El interés por trabajar está decayendo en Chile, según revela el retroceso en la tasa de participación laboral.
Las cifras del INE del trimestre agosto-octubre, señalan que la fuerza de trabajo se expandió en 1,2% en doce meses, por debajo de la población en edad de trabajar, que subió en 1,6%. Ello determinó un descenso de la tasa de participación laboral, tanto en hombres como en mujeres, lo que es preocupante si se considera que nuestro país mantiene una alta brecha con la OCDE, situándonos entre las cinco naciones con los más bajos registros.
Lamentablemente, no hay un diagnóstico por parte de la autoridad económica, quien se limita a celebrar los bajos índices de desempleo. Es indiscutible que la tasa de desocupación -que llega a 5,8%- representa una buena noticia, pues se acerca al pleno empleo; sin embargo, no debe ignorarse el desinterés por ingresar al mercado laboral.
En los últimos 24 meses, el total de inactivos creció en 230.730 personas. De ellos, la proporción que declara no trabajar por razones de salud permanente, representa hoy el 12,6% de los inactivos, superando el 10,2% en 2010. Además de una población más enferma, aumentan también quienes manifiestan no tener deseos de trabajar, lo que supone que las alternativas que hay en el mercado no cumplen con las expectativas o condiciones de los que están en sus casas. Por el contrario, los inactivos por jubilación registran una disminución de 30.000 personas en tres años y los que reciben pensión o montepiado bajan en 38.380 en igual período.
No es comprensible que las naciones de altos ingresos tengan índices de participación significativamente más elevados y nuestro país vaya en dirección contraria. Cuáles son las fallas del modelo chileno, es una interrogante que está pendiente. La prioridad de este tema se relaciona con las aspiraciones de alcanzar ingresos per cápita acordes a sociedades desarrolladas, para lo cual se requiere de una amplia convocatoria en el mercado del trabajo.