Un paulatino retorno de trabajadores desde la minería estaría viviendo la construcción. La industria no prevé mejoras en los costos, pero sí reducir sus plazos de entrega de las obras.

Si bien para las empresas constructoras e inmobiliarias aún es pronto como para hablar de normalización de los costos de la actividad, en la industria ya se respira una cierta tranquilidad respecto a uno de sus principales insumos: la mano de obra.

Lo cierto es que en los últimos dos años, la mano de obra en este sector vivió dos fenómenos: producto de la fuga de trabajadores del sector hacia la minería en el norte del país, se evidenció una gran escasez, a lo que se sumó un aumento en las remuneraciones ligado a la gran demanda por gente especializada en la materia.

Pues mientras más proyectos se realizaban, más competencia existían por captar a los mejores trabajadores, lo que llevó a una escalada en los costos que significa la mano de obra para las compañías constructoras.

Sin embargo, en el último tiempo, según el director ejecutivo de la Asociación de Desarrolladores Inmobiliario (ADI), Vicente Domínguez, los costos de remuneraciones estarían llegando a su umbral.

Una idea con la que coinciden muchos ejecutivos del sector. Tal es el caso de Juan Pablo Monge, gerente general inmobiliario de Desco, quien asegura que en la compañía existe cierta tranquilidad respecto al comportamiento de este ítem para los próximos meses.

«El 2012 y 2013 se produjo una situación de escalada de precios que uno no sabía para dónde iba. Hoy lo vemos más estable, pero alto. Hoy no se consigue gente por menos plata que la que estábamos pagando el año pasado, pero por lo menos este importante ítem no ha seguido subiendo», explica Monge.

No obstante ello, la paralización de los proyectos mineros estaría haciendo retornar a trabajadores calificados a la construcción.

Esto, de acuerdo con Cristián Armas, gerente general corporativo de Empresas Armas, significa una buena noticia para el sector.

«El costo de la mano de obra está bajando por dos razones: está disminuyendo el precio lentamente y, también, porque está retornando gente más eficiente. Ahora es necesario contratar menos personas para realizar una misma acción», detalla el ejecutivo, quien afirmó que este es un proceso lento que se ha comenzado a evidenciar desde diciembre del año pasado.

A pesar de ello, este retorno de mano de obra no tendría un efecto a la baja en el costo, puesto que, por un lado aún permanece la escasez en el rubro, y la industria sería absolutamente capaz de absorber a estos trabajadores.

Ariel Rappaport, gerente general de Inmobiliaria Ralei, dice que es muy difícil que bajen las remuneraciones actuales, puesto que ya se han convertido en los precios del mercado y las empresas ya lo habrían asumido así.

Visión con la que disiente completamente Antonio Ciuffardi, gerente general de la Constructora Valko, quien asegura que dadas las proyecciones actuales de crecimiento y de empleo, el costo de la mano de obra podría tender a bajar.

«Ahora, lo que está pasando es que los trabajadores calificados reciben varias ofertas de trabajo, por lo cual a veces abandonan una obra y se pasan a otra, lo que repercute directamente en los plazos de construcción», explica.

Pese a ello, donde sí hay consenso es en el efecto que tendría en los plazos de construcción este retorno de trabajadores desde la minería, pues esta última es más calificada, lo que llevaría a eficientar procesos y hacer más predecibles los plazos de entrega de una obra.

Así lo afirma Rappaport, quien explica que los trabajadores más especializados favorecen la formación de mejores equipos y la productividad de estos.

«Vuelve la mano de obra calificada y con ella los plazos de la construcción se normalizarían. El promedio de las obras en altura tienen un atraso de más de ocho meses, lo que está directamente relacionado con que la mano calificada se fue al norte y nos quedamos con una masa de trabajadores más cara y no la mejor», afirma el gerente, agregando que tres años atrás se estimaba un avance de tres o cuatro pisos de obra gruesa por mes. Actualmente, se estima un avance de no más de dos plantas cada 60 días. Y esto es lo que se podría mejorar con la llegada de trabajadores más capacitados.

El proceso es lento y aún prevalecen diversas complicaciones en el sector.

«Hasta ahora, lo que en realidad se nota es un freno en la escasez de mano de obra, sin embargo, el efecto en los plazos de construcción creo que es algo que está por verse», asegura Monge puesto que, según él, los trabajadores calificados tienen opciones de trabajar de manera particular, por lo cual la industria estaría apostando por planes de capacitación y de incentivos.

Crítica a la que se suma la de Enrique Besa, presidente de Ingevec, quien asegura que aún es prematuro para hablar de los efectos de este retorno de trabajadores.

«Actualmente, se mantienen dificultades con la mano de obra, especialmente en terminaciones y en subcontratistas para obras específicas. Sin embargo, pienso que la actividad se va ir normalizando», replica.

En este planteamiento Besa no está sólo. Rappaport coincide, y asegura que si habrá efectos producto de la paulatina llegada de trabajadores calificados. Plantea que esta mano de obra está muy ligada a la obra gruesa, lo que no sería del todo beneficioso.

«Se ha notado un retorno, pero de mano de obra gruesa, y no de la relacionada con terminaciones. Hoy día hay muchos proyectos que se están terminando y sigue muy complicado encontrar mano de obra especializada en terminaciones», remata.

CAMBIOS CONTRACTUALES

La exposición de las compañías constructoras a alzas en los insumos como la mano de obra, materiales de construcción, entre otros, ha hecho que estas empresas opten por tomar precauciones en el negocio. Sobre todo cuando se tratada de trabajos para terceros.

Cuando una constructora trabaja por encargo de otro privado o por el Estado, poco a poco ha cambiado el tipo de contrato. Es decir, las compañías han pasando de un contrato de suma alzada, donde los sobrecostos que se presenten en la construcción de una obra son mayormente asumidos por la propia empresa mandatada, a uno por administración, donde es el mandante el que provee de los insumos para el proyecto, lo que le quita riesgo a la constructora.

«Eso es exactamente lo que está pasando en las grandes edificaciones. Los contratos a suma alzada -que son los que han regido a la construcción durante los últimos 20 años, cuya virtud era que se basaban en Unidades de Fomento o valores reajustables que le permitía a las empresas compensar el alza de los costos en el transcurso de la obra-, ya no eran suficientes para hacer frente a los sobrecostos», puntualiza Vicente Domínguez.

Lo claro es que en los últimos años, los costos de construcción se han posicionado por encima de los índices del costo al consumidor, con lo cual estas unidades reajustables no han sido suficientes para hacer frente a los cambiantes escenarios de la industria.

¿La consecuencia? Las compañías constructoras, sobre todo las más grandes, han empezado a optar por los contratos de administración.

Sin embargo, dentro de la industria proyectan que este modelo, que se utilizó reiteradas veces en 2013, no se convertirá en una norma imperante.

Esto porque los salarios de la construcción habrían llegado a un umbral de estabilidad, además, las tasas de inversión se habrían retraído y lo mismo con la actividad económica del país.