Adaptarse a noches más largas, abre un nuevo escenario que acompañará a los chilenos, al menos, hasta 2017, tras la eliminación del horario de invierno.
Por Ximena Bertin.
Para Oscar Paredes (29) llegar a su trabajo en Rancagua, desde el barrio Yungay, en Santiago Centro, es una odisea de la cual -dice- ya se está acostumbrando, aunque cada día se hace más sacrificada. De lunes a viernes se levanta a las seis de la mañana, toma su bicicleta para llegar al terminal de buses y la deja encargada en la Usach. Luego toma un bus con rumbo a Rancagua. Al llegar, tiene que caminar otros 20 minutos hasta el centro de rehabilitación donde trabaja como terapeuta, en su rol de sicólogo.
Cuando concluye este largo trayecto, recién aclara en Rancagua. “Al principio, en el verano a las seis ya había amanecido y salía en mi bici con sol. Ahora, en las mañanas salgo de noche y vuelvo de noche también, como a las 20.00, eso es lo fome. No me achaca tanto que esté oscuro, pero sí salir y volver de noche, porque el día se hace muy corto”, comenta Oscar. Lo difícil -prevé- será en pleno invierno, cuando llueva y esté oscuro, por lo que esquivar a los autos y micros será más riesgoso.
La razón, una decisión administrativa del Estado chileno que, por primera vez en la historia, este año se sumó a los 177 países que no cambian la hora, evitando los “desbarajustes” que produce el adaptarse al horario de invierno y viceversa. Al mantener un horario único, el de verano, durante todo el año, amanecerá una hora más tarde de lo que estamos habituados. Y si ayer Oscar pedaleaba a su trabajo a las 7.30, aún en la oscuridad, mientras más nos acerquemos al invierno, más tiempo viajará en el bus a Rancagua sin ver la luz del sol. Incluso trabajará un rato sin luz natural.
Según la Dirección General de Aeronáutica Civil (Dgac), que maneja las tablas horarias del amanecer y atardecer con fines de seguridad aérea, ayer 8 de abril amaneció a las 7.35, de acuerdo al actual horario de verano, que será permanente. Según el horario de invierno, es decir el que regía 8 de abril de 2014, el sol habría salido a las 6.35, y Oscar habría dejado su casa con luz natural.
“Como Gobierno hemos considerado que es más razonable mantener un horario único y evitar de esta forma los efectos secundarios que conlleva cambiar dos veces al año la hora, tanto para las personas como para los instrumentos tecnológicos”, sostuvo el ministro de Energía, Máximo Pacheco, al explicar las razones para suprimir el horario de invierno, y que se publicó mediante decreto oficial del ministerio del Interior el 3 de marzo recién pasado. Aunque no se cambie el horario, igual estamos viviendo con una hora más en el reloj, ya que fue el horario de verano el que se introdujo en 1971 como ley, y que ahora será permanente, por lo menos, hasta marzo de 2017.
De enero a julio, cada día amanece, progresivamente y en forma natural, más tarde, por efecto de la rotación terrestre. A esto se suma el factor “artificial”, que es este cambio de hora “por secretaría”. Si el 8 de enero pasado amaneció a las 6.13 horas, el 8 de julio próximo el sol saldrá más de dos horas después, a las 8.30 como peak en pleno invierno. A partir de ese momento, progresivamente el sol asomará cada día más temprano en tanto avanza la primavera.
“A mí me parece mucho mejor este horario, no tanto por el ahorro, pero sí por el tema de la delincuencia, ya que a la vuelta del trabajo o del colegio no está tan oscuro y uno se motiva a hacer otras cosas”, plantea la arquitecta Tatiana Vidal, especialista en eficiencia energética, radicada en Santiago desde los 90. “Viví en Osorno cuando era escolar, toda la vida nos levantamos a oscuras para llegar a las 8.00 a clases y jamás nos deprimimos por eso”, agrega.
El mismo efecto es más notorio en Punta Arenas, pero sólo durante el invierno, época en que la diferencia horaria con Santiago es mayor. Ayer en la capital de Magallanes amaneció a las 7.43, ocho minutos más tarde que en Santiago, pero el 8 de julio lo hará 53 minutos después. Por ahora esto no preocupa mayormente a los habitantes de Punta Arenas. “En lo personal no me ha afectado en nada aún, acá estamos acostumbrados a que amanezca más tarde, así que levantarse a oscuras no es un problema”, señala Carmen Oportus, quien ha vivido desde 1982 en esa ciudad.
Para la docente de la Escuela de Psicología de la U. del Pacífico, María Ester Buzzoni, este proceso de adaptación a no tener un horario de invierno y al alargue de las noches “no es necesariamente malo ni afecta la salud mental, por el contrario, los niños desarrollan las habilidades de adaptación al entorno que todo ser humano tiene”.