La autoridad defiende el contenido de la iniciativa, que saldrá esta semana de la Cámara de Diputados, y se abre a realizar nuevos cambios en el Senado.
Por N. Peña.
Pronta a su aprobación en la Cámara de Diputados está la reforma laboral. A partir de este martes la iniciativa será vista en sala y, según los cálculos del oficialismo, podría ser despachada el jueves. Ad portas de su paso al Senado, el subsecretario del Trabajo, Francisco Javier Díaz, realiza un balance de la discusión con la que se busca modernizar las relaciones laborales.
¿Están dispuestos a presentar nuevas indicaciones en el Senado?
Para eso es el trámite legislativo con dos cámaras.
¿Cree que se podrían hacer tantas modificaciones como en la Comisión de Trabajo de la Cámara, donde se presentaron 819 indicaciones?
No vamos a adelantar cuál va a ser la actitud de los senadores, pero para eso son las cámaras, para revisar los proyectos y perfeccionarlos, si lo estiman necesario, dentro de los marcos constitucionales y de la iniciativa exclusiva del Ejecutivo. Todo esto con el propósito de llevar adelante el proyecto en el marco del programa.
¿Por qué cerraron la puerta a la negociación ramal que pedían diputados oficialistas?
Más allá de la opinión personal, lo concreto es que el programa de gobierno no lo había señalado como opción. Pero incluso en aquellos países donde existe negociación ramal, convive con una fuerte negociación en la empresa. La ramal se limita a establecer contenidos muy mínimos y es la negociación por empresa la que establece los contratos colectivos.
¿No es contradictorio con esa consigna que todos los años el gobierno avale la negociación colectiva del sector público?
En aspectos puntuales del quehacer económico y laboral se dan conversaciones tripartitas entre gobierno, empresarios y trabajadores. Calificar aquello de un procedimiento formal de negociación ramal, es extremar un poco el argumento.
Ustedes afirman que una vez vigente la nueva ley, aumentará la sindicalización. ¿Tienen alguna estimación?
Sería ideal llegar a la tasa de sindicalización que había antes de que existiera una norma tan restrictiva en esta materia, que se dictó en 1979, que era en torno al 30%. Son realidades completamente distintas, pero creemos que es necesario que trabajadores y empleadores dialoguen bien. Ojalá superemos aquellas tasas.
¿En qué plazo?
Es difícil, son procesos lentos, muchos de ellos culturales. Es difícil establecer un modelo matemático exacto, que logre predecir cómo esta estructura nueva de incentivos que estamos proponiendo con esta ley va a permear en la voluntad de los trabajadores para asociarse. Pero, insisto, ojalá lleguemos a tasas como las históricas y como las que hay en otros países. Y desde ahí, seguir aumentando.
El proyecto busca modernizar las relaciones laborales. ¿Considera que empleadores y trabajadores tienen una actitud acorde a esa meta?
La discusión de este proyecto de ley viene a cambiar una práctica de negociación de 35 años. Evidentemente, ha generado una gran polvareda y muchísimas opiniones, pero una vez aprobada la ley y decantada la polvareda, esperamos que se dé el proceso cultural que esta estructura puede gatillar, donde la confianza de las partes es fundamental. Hoy, lo que prima es la desconfianza. Se cree que todos los empleadores van a buscar hasta la última letra chica y rendija por la cual no permitir, por ejemplo, la huelga. Y, por el otro lado, se cree que los trabajadores son una tropa de irracionales que no le importa hacer capotar a la empresa o provocar, por ejemplo, un daño ambiental producto de una huelga. Esta ley puede generar un espacio fértil para la confianza.
¿Cómo responden a las acusaciones de que el proyecto afectará la productividad y el empleo?
Este es un proyecto que puede fortalecer la productividad a través de mejor diálogo, mejor clima empresarial, mejores pactos de adaptabilidad y, por tanto, no hay que realizar una mirada unidireccional, sino que una mirada más sistémica (…) Se han levantado muchas caricaturas. Y ojalá que estas caricaturas sean parte de la polvareda de la discusión.
¿Cómo evalúa el rol que han tenido la oposición y los empresarios?
Las caricaturas no son buenas para el debate; el miedo tampoco. Sentimos que parte del empresariado ha tomado como eje argumentativo el miedo. Analicemos la reforma en su justa medida y nos daremos cuenta que puede ser beneficiosa para el país. No es un misterio que, en términos generales, el proyecto contiene algunos aspectos que muchos gremios no comparten y eso se ha mantenido inalterable. Con la llegada del ministro (de Hacienda) Rodrigo Valdés y de la ministra (del Trabajo) Ximena Rincón se terminó de dar el contorno preciso y se terminó con discursos que, efectivamente, iban más allá de lo que era este proyecto. Y eso, creemos que dio certeza a todos los actores. Las certezas, si bien no hacen cambiar la opinión sobre las bondades del proyecto, al menos sí permiten una discusión más potente.