Bienestar:

Relaja, estimula la circulación sanguínea, alivia el dolor y tiene un efecto antiinflamatorio. Esos son algunos de los beneficios del agua en la salud.

Por Cristián González.

Para bajar de peso, mantener una piel saludable, aliviar dolores, favorecer la rehabilitación muscular… Los beneficios del agua y su aporte para una mejor salud son múltiples. Y aunque su uso curativo se remonta hasta el año 2.400 a.C., no fue si no hasta el siglo XIX y, sobre todo en las últimas décadas, que la evidencia científica ha ido confirmando su utilidad.

«El agua es un medio terapéutico que se utiliza desde muy antiguo, no solo para problemas óseos o musculares, sino también para la salud mental, entre otras áreas», dice Francisco Urrejola, jefe de Kinesiología de la Clínica Santa María.

Precisamente, desde el simple sonido del correr del agua, que favorece un estado de relajación y disminución del estrés, a técnicas más elaboradas como la hidroterapia, para el tratamiento de lesiones neurológicas, hoy la gama de propiedades atribuibles al agua es variada. Y esencial en la mayoría de los casos.

La hidratación del organismo es vital para su funcionamiento. Por eso, la recomendación básica es beber entre 1.500 a 2.000 cc de líquido al día; no esperar a tener sed para hacerlo, en especial antes, durante y después de realizar ejercicio físico.

Diversos estudios concuerdan en que una buena hidratación reduce los niveles de lípidos plasmáticos y, por tanto, el riesgo cardiovascular. También se sabe que al orinar se favorece la eliminación de tóxicos y que beber mejora el tránsito intestinal.

Además de regular la temperatura corporal, el agua contribuye a un mayor rendimiento cognitivo.

A nivel de lesiones o trastornos músculo-esqueléticos y neurológicos, «el agua aliviana el peso, estimula la circulación, alivia el dolor, revitaliza el organismo y, además, produce resistencias parejas, flotabilidad y sensación de relajo, entre otras características, lo que genera confort en las personas», explica Julio Ortiz, kinesiólogo de Megasalud.

Para ello es útil la hidroterapia, que consiste en un estanque con una turbina que agita el agua -por lo general tibia-, provocando una sensación de estímulo o relajo, según la necesidad del paciente. «Una sesión de hidroterapia consiste en sumergir la zona afectada para la realización de ejercicios activos efectuados por la persona, y ejercicios pasivos, dirigidos o efectuados por el kinesiólogo».

Esto ayuda a tratar diferentes tipos de patologías, como molestias o problemas en la columna, las extremidades o fibromialgias.

Hacer ejercicio en una piscina también es beneficioso. «Al estar sumergido, el peso corporal disminuye, eso facilita la movilidad y reduce el impacto en las articulaciones», comenta José Antúnez, jefe de Terapia Física del Hospital del Trabajador-ACHS.

«También exige un esfuerzo cardiorrespiratorio mayor, por lo que ayuda como ejercicio aeróbico».

Según la temperatura del agua, su utilidad: mientras más temperada, ayuda a relajar músculos, reducir contracturas y facilitar el movimiento. Si es fría, «disminuye la inflamación y ayuda a la reparación de tejidos», precisa Urrejola.

De hecho, a nivel deportivo, se ha popularizado la crioterapia, que consiste en sumergir el cuerpo en un estanque con agua muy helada. Se estima que estos «baños de hielo» ayudan a los músculos, tendones, huesos, nervios y otras partes del cuerpo humano a recuperarse después de una exigente sesión de ejercicios.

Además, tendría efectos beneficiosos sobre la circulación, porque al tratarse de un vasoconstrictor favorece la reducción del dolor y colabora en la aceleración del proceso de recuperación en caso de lesión.

Cada uno de estos beneficios debe evaluarse según cada persona, enfatizan los expertos. En pacientes con cardiopatías, hipotiroidismo o enfermedades vasculares, así como pacientes neurológicos muy dependientes de terceros o con hipertensión, el uso del agua no está contraindicado, pero requiere de una evaluación detallada de las condiciones de la persona.