Los riesgos laborales son cambiantes, evolucionan. Algunos son mitigados o controlados eficazmente y al mismo tiempo van apareciendo otros nuevos, a veces sin darnos cuenta, como los crecientes riesgos psicosociales, propios de la etapa de desarrollo de nuestro país.
Es natural que esto ocurra, pues las sociedades y los grupos de personas son volubles, y los cambios sociales y culturales, invariablemente, influyen en el mundo del trabajo.Así, la tarea de la prevención de riesgos es una de nunca acabar, pues por más que una empresa pase años sin sufrir accidentes o enfermedades profesionales, los riesgos son inherentes a la vida laboral y basta con que se suscite un solo accidente grave para que ese esfuerzo y esa sonrisa se desplomen de un día para otro.
Por ello, es vital situar a la innovación como uno de los fundamentos de la prevención de riesgos en las empresas. No basta sólo con cumplir la letra de la ley, sobre todo cuando las regulaciones y normativas suelen aparecer después que un problema ya existe y rara vez antes.
Es decir, los empleadores, que por ley son los primeros responsables de la seguridad y salud de sus trabajadores, deben anticiparse a la legislación y buscar siempre nuevas maneras para conservar, mantener o implementar una cultura preventiva, con una visión de futuro. Si esto no se establece como política, probablemente y más temprano que tarde, habrá consecuencias. Negativas consecuencias, por cierto.
Ya sea en los procesos productivos, las tecnologías o, simplemente, en la manera como los trabajadores, en todos los niveles jerárquicos, se relacionan entre ellos, lo principal es innovar siempre. Estas palabras, podrá parecerle a alguien, suenan a sinónimo de grandes costos, pero no es así.
En primer término, invertir en prevención es siempre buen negocio, pues en ambientes sanos y seguros, la productividad y los resultados financieros se potencian, trayendo un mayor retorno en inversión. Pero más allá de eso, los cambios sistémicos y en cómo las personas se relacionan, no requieren grandes desembolsos económicos.
Por ejemplo, conocer a cada trabajador y monitorear sus problemas psicosociales ya es una apuesta innovadora. Al final, el principal activo de las empresas son las personas y es preciso tener una operación continua a través de ellos, pues son los trabajadores los que tienen que hacer los cambios. Si no están motivados a hacerlos, todo esfuerzo termina siendo estéril.
Campañas como la que el año pasado hizo Unilever (MOMO, motor encendido, móvil apagado), que liderada por su CEO instaba a todos los empleados de la compañía a apagar sus celulares mientras manejaran, puede ser replicada y adaptada en empresas que continuamente transporten productos de un lado para otro, más aún cuando se sabe que en 2014, el 59% de los accidentes laborales fatales, había al menos un vehículo involucrado.
En las Pymes, que históricamente tienen una tasa de accidentabilidad superior a la media y que por su naturaleza operan con procesos cortoplacistas y tienen flujos de caja más acotados, les cuesta un poco más dar el paso hacia la innovación en seguridad y salud en el trabajo.Pero, sólo como ejemplo, existen posibilidades de innovación tecnológica, literalmente, al alcance de la mano: ya se han desarrollado un sinfín de aplicaciones para las tablets y smartphones, como medidores de ruido, luxómetros o incluso herramientas que analizan los riesgos de una postura forzada o mantenida.
Las posibilidades y maneras de innovar tienden al infinito. Cada empresa tiene sus características propias, dependiendo, entre otros aspectos, de su tamaño, ubicación geográfica o sector económico y por ello cada una tiene sus riesgos particulares, y por eso aplicar los mismos métodos de gestión de riesgos en todas no es lo más razonable.
Lo que hará la diferencia y lo que le dará una ventaja competitiva a la empresa es establecer que la salud es un valor importante y un objetivo para la empresa, en la cual se fomente la retroalimentación y el diálogo con los trabajadores. Sin esto en mente, la cultura preventiva a la cual aspiramos, será imposible de alcanzar.
Columna de Ernesto Evans, Presidente de la Asociación de Mutuales
Fuente: Cooperativa