La minería ha vuelto a la contingencia noticiosa a partir de los accidentes ocurridos en faenas con causa de muerte para tres de sus trabajadores. Esto acentúa los negativos datos que dan cuenta de que en Chile muere más de una persona en actividades relacionadas con su trabajo.

Y esto es aún más crítico en la minería, que es la industria que lidera por lejos el nivel de letalidad, con 774 muertos por cada 100 mil accidentes en el trabajo, superando en tres veces los niveles de Transportes, que es el segundo sector en donde ocurre el mayor número de muertos por esta causa.

Esto pone sobre la mesa una vez más una de las grandes preocupaciones en salud y seguridad laboral: que la tasa de fallecimiento se mantiene y no se condice con los éxitos obtenidos en la reducción de los accidentes laborales. Lo último ha permitido que nuestro sistema de mutualidades sea valorado internacionalmente, destacándose el trabajo mancomunado entre los organismos administradores, las empresas y sus trabajadores.

Desde que se implementó el modelo de mutualidades a fines de los años 50, se ha logrado reducir de manera significativa la accidentabilidad laboral desde 30 trabajadores a solo 4 por cada 100 de ellos, y esto, a pesar de que hoy la cobertura es mucho mayor, alcanzando a 4,7 millones de personas, que componen la fuerza laboral a lo largo del país.

Pero la tasa de mortalidad no cede y preocupa, por lo que se debe intensificar el trabajo para llegar a una cifra cercana a cero, mirando experiencias exitosas como en Singapur. Ellos, a partir de una crisis vieron una oportunidad.

Tras varios accidentes laborales de alta connotación pública en 2004 —como el desplome de las obras de infraestructura de Nicoll Highway—, se implementó el programa WSH, con metas concretas a diez años, que consistían en bajar la tasa de fatalidades a la mitad: de 4,9 a 2,5 fatalidades por cada 100 mil trabajadores. El éxito del plan convirtió a Singapur en líder mundial en seguridad y salud en el trabajo.

En esto fue clave un marco normativo que incentivó las buenas prácticas con sanciones para lugares de trabajo inseguros; otorgó a las empresas mayor sentido de responsabilidad, e impuso sanciones duras para quienes no realizan un adecuado manejo de riesgos. Con esto, a las compañías les resultó más barato aplicar las WSH que pagar por las sanciones.

 

Columna de Ernesto Evans, Presidente de la Asociación de Mutuales A.G.

 

Fuente: La Segunda