Los accidentes fatales en la gran minería, telecomunicaciones y la construcción (algunas de nuestras industrias más competitivas) ocurridos este año son un triste recuerdo de que la batalla por la seguridad ocupacional está lejos de ser ganada. Mientras tales hechos estén bajo investigación, es un error muy grave elucubrar acerca de sus causas. Sin embargo, la Asociación Chilena de Seguridad y la Universidad Católica hace tiempo están indagando las razones por las cuales en Chile solo algunos de nuestros indicadores de seguridad han mejorado en los últimos años (la frecuencia de accidentes con tiempo perdido) mientras otros se han estancado (la gravedad de tales accidentes medida en días perdidos) o empeorado (la incidencia de estrés laboral y otras formas de daño psicosocial a los trabajadores).

Uno de los motivos del estancamiento puede explicarse con la metáfora del libro superventas llamado «Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus», que explica las desavenencias de pareja debido a las naturalezas tan disímiles de ambos sexos. En Chile (y en otros países en desarrollo) la analogía sería «La productividad es de Marte y la seguridad es de Venus». Mientras la productividad es preocupación de las gerencias de producción y operaciones, y del Ministerio de Hacienda y Economía, los accidentes laborales son foco de las gerencias de recursos humanos y de seguridad, y del Ministerio del Trabajo y de Salud. La productividad es como un padre exigente; la seguridad es como una madre protectora. Con esos roles casi antagónicos, es natural que se estorben mutuamente. Y dada la coyuntura en la que está nuestro país, la productividad será un imperativo cada vez más urgente, lo cual podría conllevar, lamentablemente, a más accidentes en el trabajo.

Pero no es necesario que ambos objetivos habiten en planetas diferentes. La literatura especializada está descubriendo que en los países desarrollados los modelos de gestión de productividad y de seguridad ocupacional están integrados y, por ende, son sinérgicos. A modo de ejemplo, así como existe un Comité Paritario de Higiene y Seguridad, en que participan ejecutivos y trabajadores, existe un Círculo de Calidad, orientado a la productividad de la empresa, ambos trabajando coordinadamente. En resumen, si la empresa hace bien una cosa, hace bien la otra. En tales casos, la productividad no se consigue a costa del sobre-esfuerzo de las personas y los recursos (metas más altas, más horas extras, mayor celeridad), sino gracias al desarrollo de prácticas modernas de gestión.

Desarrollar tales prácticas implica emprender cambios muy profundos en la empresa. Uno de los más importantes es el que promueve la Fundación Carlos Vial Espantoso: el real involucramiento de los trabajadores y sus organizaciones en la gestión, mucho más allá de su muy útil participación en el comité paritario. Para que ello sea posible, el trabajador debe saber, querer y poder mejorar lo que hace. Esto representa fuertes desafíos; para saber, debemos tener un sistema de capacitación de alta cobertura y realmente efectivo en el aprendizaje. Para querer, debemos desarrollar sistemas de compensaciones participativos, es decir, en que los trabajadores compartan, de una u otra manera, los beneficios y los riesgos del negocio. Para poder, debe existir un real empoderamiento de los trabajadores para proponer, ejecutar y evaluar innovaciones en sus procesos y actividades. ¿Estamos listos como país para asumirlos? Más nos vale; es, literalmente, de vida o muerte.

 

Carta de Marcos Singer, Profesor titular de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

 

Fuente: El Mercurio