Don Pato tiene 15 años. No es una persona, ni una mascota: es un dispositivo con la forma del ave que ideó Paulina Cifuentes (22) junto a sus padres y terapeutas de la Teletón. Paulina, en ese entonces de siete años, quería comer sola y no depender de alguien que le diera la comida en la boca. Don Pato fue la solución.
«El almuerzo me lo daban mis papás, pero ellos tenían que comerse después su comida fría y yo no quería eso», dice Paulina, que padece dos enfermedades que no le permiten mover sus brazos. Ella se alimenta y escribe usando su boca.
Don Pato consiste en una base de madera, un tubo de PVC y una especie de pinza plástica con la forma del pico de un pato. Al comer, Paulina toma el mango de la cuchara con su boca, saca el alimento del plato y luego coloca la cuchara en las pinzas de Don Pato para que quede suspendida en el aire. Con su mejilla gira el dispositivo, para que el alimento quede frente a su boca y así poder comer.
«Con el tiempo he logrado hacerlo rápidamente», dice Paulina desde Osorno. Su sueño, ahora que lo ha perfeccionado, es que otros puedan usarlo. Ya sacó la cuenta y cree que su costo bordea los $10 mil.
Su proyecto es uno de los 10 ganadores de la Ideatón, un concurso de innovación organizado por Teletón y Mutual de Seguridad que busca soluciones para mejorar la vida de las personas con discapacidad. Se presentaron cerca de 500 ideas, de las cuales 20 llegaron a la final. Diez resultaron ganadoras.
Braille a la chilena
Una de ellas fue Brint, una impresora Braille creada por Jorge Vicuña y Bastián Muena, ambos estudiantes de Ingeniería en Automatización y Robótica de la UNAB. Los motivó la escasez de este tipo de herramientas en Chile y lo caro que eran. Su primer prototipo lo hicieron a partir de una impresora convencional que adaptaron para que escribiera en Braille.
«Creamos un software que transforma el texto escrito en lenguaje Braille. Desde él se puede mandar a imprimir a Brint, que se conecta al computador por el puerto USB. Una hoja de texto escrito equivale a unas tres hojas en Braille», aclara Jorge Vicuña, quien trabaja en una versión mejorada cuyos materiales le costaron $60 mil.
«A pesar de que existe una ley de inclusión, hay cosas que no cambian. En una notaría, por ejemplo, un ciego no puede saber lo que va a firmar porque no tienen impresoras Braille. Deben ir con alguien de confianza que les lea el documento. Con Brint creemos que esto puede cambiar», dice Vicuña.
La aplicación Prolinguo emplea la realidad aumentada y el reconocimiento facial para lograr que niños con trastornos y dificultades del habla puedan hacer ejercicios que fortalezcan su musculatura facial. Uno de los juegos propuestos emplea la cámara del celular para que el niño vea su rostro, como si se estuviera tomando una selfie . El objetivo es que mueva su lengua y boca para tratar de atrapar la mayor cantidad de golosinas que caen a su alrededor.
Otro de los ganadores fue Oliber, una órtesis que busca dar autonomía a personas que no pueden usar sus manos: quemados, amputados, personas con artritis o artrosis, o quienes padecen piel de cristal cuya mano se encapulla por la constante cicatrización.
Se trata de un guante que tiene adosado dos poderosos imanes que provocan que cualquier objeto que pese menos de un kilo se adhiera firmemente a él. Puede ser un lápiz, un vaso o un pincel, por ejemplo.
«Ideamos un kit que consta de un guante y una serie de placas metálicas que se pegan a las cosas que se quieren tomar. Hemos ganado tres concursos en distintas fases de este invento, por lo que ya estamos generando un producto que tendrá un costo cercano a los $20 mil», dice Bárbara López, quien ideó Oliber junto a dos compañeras del taller DLab de la UDD.
Fuente: El Mercurio