Este año, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) hizo especial énfasis en el estrés laboral. En una publicación titulada «Estrés Laboral, un reto colectivo» (2016), advierten que el «36 por ciento de los trabajadores de la UE trabaja ‘todo el tiempo’ o ‘casi todo el tiempo’ bajo presión», y que unos 40 millones de personas en la UE sufrían estrés relacionado con el trabajo. Algo similar ocurre en Australia y Canadá. A su vez, en Chile y según la OMS, lideramos el ranking mundial de depresión: el 17% de la población sufre esta enfermedad.

El Plan de Acción de la OMS sobre salud mental advierte que la depresión se encuentra entre las principales causas de discapacidad (un 11% del total mundial de años vividos con discapacidad), y que el impacto económico acumulado de los trastornos mentales será de US$ 16,3 billones entre 2011 y 2030.

En Chile, por ejemplo, las afecciones profesionales ligadas a la salud mental son del orden del 20%, y cerca del 18% de las licencias médicas por enfermedades no laborales son de carácter mental (2015). Ambos indicadores han ido aumentando, generando un problema para las personas, sus familias y un elevado costo para el país.

La buena noticia es que existen estrategias nacionales para abordarlo, centradas en un concepto capital: la prevención. Mi tesis es que no se pueden bajar los malos indicadores de salud mental con políticas aisladas, y es muy difícil bajar los malos indicadores de salud mental laboral en forma independiente de la salud mental común. Y si bien ayudaría mucho una Ley de Salud Mental, como la que se está tramitando, no es suficiente.

Esto requiere de una estrategia nacional de prevención, con infraestructura y apoyo. Y, siguiendo la lógica OIT, con participación de todos los involucrados: gobierno, empresarios, trabajadores y la sociedad civil. Por ejemplo, el tema de la ciudad es relevante: en Santiago hay personas que gastan tres horas diarias en desplazarse, o la escasez de áreas verdes de esparcimiento, los ruidos molestos, la contaminación u otros factores. Lo mismo con los riesgos psicosociales medidos en los lugares de trabajo, los que resultan menos efectivos de prevenir si las personas siguen estresadas o deprimidas en sus casas, o tienen angustia o depresión como una condición permanente. La salud mental es un tema de salud social.

 

Columna de Ernesto Evans, Presidente de la Asociación de Mutuales

 

Fuente: La Segunda