Entre los 20 y 64 años de edad hay 4,5 millones de personas con sobrepeso y casi 2,9 millones con obesidad en Chile, según un estudio publicado este año por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), junto con el Programa Mundial de Alimentos (PMA). El total de gente que padece alguna de estas dos condiciones representa el 69% de los 10,8 millones de individuos que hay en ese rango etario en el país, según los datos del INE al trimestre móvil febrero-abril de 2017.
«Se estima que al año fallecen cerca de 6.500 hombres y mujeres en plena capacidad laboral por causas asociadas a la obesidad», señala Andrés Fernández, oficial de Asuntos Sociales de la División de Desarrollo Social de la Cepal. En el informe de dicho organismo, se detalla que en Chile los costos en productividad debido a esta mortalidad prematura alcanzaron los US$ 75 millones en 2014.
En el programa Vivir Bien de Sodexo Servicios de Beneficios e Incentivos levantaron una encuesta a 301 trabajadores y los resultados van en esa misma línea: 59% presenta exceso de peso, ya sea sobrepeso (con un Índice de Masa Corporal sobre 25 kg/m {+2} ) u obesidad (sobre 30 kg/m {+2} ). De este grupo, el 94% tiene un porcentaje de grasa considerado alto o muy alto.
Según las estimaciones de la Cepal, en Chile se dejan de trabajar del orden de 1,5 millones de días al año debido a las dolencias relacionadas con el exceso de peso. «Hay una pérdida de productividad debido al ausentismo laboral. Esto se explica por los requerimientos de atención en salud de las enfermedades asociadas al sobrepeso y la obesidad, en especial la hipertensión y la diabetes», apunta Fernández. De hecho, el estudio advierte que este ausentismo generó costos en la productividad por US$ 33 millones en 2014.
Paulina Hernández, nutricionista y jefa del programa de Sodexo, atribuye estos malos indicadores a los hábitos individuales, pero también a las condiciones laborales. «Hay mucha influencia de los determinantes sociales de la salud; es decir, los ambientes que hacen a la gente más propensa a engordar. Cuando una persona trabaja, por ejemplo, muchas veces está estresada y sin tiempo para almorzar. Tampoco puede hacer mucho ejercicio por los largos trayectos diarios que debe hacer», explica.
La empresa es clave para la buena alimentación
La extensa jornada laboral es otra de las variables que inciden en la mala alimentación de los trabajadores. Sin embargo, son justamente las empresas el espacio ideal para la promoción de la salud, destaca Carolina Vidal, docente e investigadora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Mayor.
Andrés Fernández es de la misma idea: «El ámbito laboral es muy relevante, pues la mayoría de los afectados pasa la mayor parte de su tiempo hábil en el trabajo y, además, por tratarse de un lugar en el que se establecen importantes vínculos sociales, puede ser de gran ayuda en el proceso de cambio».
Lo cierto es que las organizaciones han tendido a preocuparse por el peso de sus colaboradores. Cada mes, entre 15 y 20 empresas solicitan información a la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) sobre su programa de asesoría para mejorar los indicadores de salud en el trabajo, por ejemplo. «Las compañías están mirando este tema porque genera más ausentismo, pero también porque se sienten más responsables de la salud de sus empleados», destaca Gabriela Núñez, coordinadora nacional del programa de Promoción de la Salud de la mutual.
Actualmente, uno de los grandes errores que cometen las compañías es la falta de control de la alimentación de sus trabajadores, señala Núñez. «Incluso, donde hay casino propio muchas veces no se regula el número de porciones ni el menú que se elige y una persona puede comer todos los días pizza. Se debieran limitar las porciones de carbohidratos», dice.
La experta cree que las firmas debieran reducir el expendio de los alimentos con sello, pero también reconoce que muchas veces no se puede hacer por la resistencia de las propias personas. «Sienten que se les está quitando un beneficio. Cuando hay máquinas expendedoras, algunas veces las administran los sindicatos, por lo que se les reduce una forma de financiarse. Incluso, tenemos casos de empresas que las han denunciado a la Dirección del Trabajo por sacarlas», cuenta Núñez.
A juicio de Hernández, es un problema común que no haya coherencia entre la política de la empresa y la oferta de productos que se ofrecen en las dispensadoras. Además, aclara que de poco sirve cualquier medida que se tome en dirección a la vida sana si es que no hay un cambio en la cultura de la firma: «No se logra nada con hacer todo un esfuerzo por tener fruta si es que las personas no tienen el hábito de comer fruta, se termina botando».
Para lograr avances en materia del peso de las personas, hay coincidencia en la importancia de la figura de la jefatura directa. «Cuando no está comprometido, todos los cambios que se pueden ofrecer son vistos de mala forma, como una pérdida de tiempo en vez de una inversión», señala Hernández, y luego agrega: «Es muy difícil que alguien cambie de hábitos por sí solo; sin embargo, cuando están sus compañeros y superiores ayudando, todos en la misma sintonía, se hace más fácil el proceso».
En esta tarea, juega en contra la baja conciencia que existe sobre los daños asociados al consumo de alimentos altos en azúcar y carbohidratos, coinciden los distintos expertos. «En general, no existe una percepción de la obesidad como una enfermedad, minimizándose el impacto que el exceso de peso ejerce en la salud. En el inconsciente colectivo se asocia al disfrute», advierte la nutrióloga y diabetóloga del Centro de Tratamiento de la Obesidad de la red de salud UC Christus, Julieta Klaassen.
Asimismo, según la encuesta de Sodexo, el 26% de quienes tienen sobrepeso cree que su peso es normal e incluso el 6% de quienes sufren de obesidad tienen la misma percepción. «Muchos se excusan diciendo que es un tema genético y que viene de familia, cuando lo que realmente pasa es que no hay conciencia alimentaria», dice Hernández.
Ahora bien, modificar los hábitos alimentarios no solo es difícil por cuestiones culturales, advierte Fernández: «Es complejo también por razones económicas, pues comer mejor es más caro. Una canasta de alimentos saludables, con más frutas y verduras, es 36% más cara en comparación con la canasta básica de alimentos». En esa línea, Klaassen destaca que es clave para enfrentar este desafío disponer de comidas saludables a un costo razonable.
Para adelante, las cifras son alarmantes señala Fernández. «La última medición de la Junaeb, de 2016, da cuenta de casi 24% de obesidad entre niños de cinco a siete años. Por eso, el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) ha señalado que el 70% tiene riesgo de llegar a ser obeso en el futuro. Es decir, la mayoría de los trabajadores podría presentar obesidad el día de mañana», concluye.
Fuente: El Mercurio