Clínicas y hospitales han debido multiplicar su capacidad de almacenamiento, debido al incremento de personas conectadas a ventilación artificial. Mientras, la Central Nacional de Abastecimientos (Cenabast), encargada de abastecer la Red Integrada Covid-19, ha ampliado la red de compras en el extranjero, gestionado la adquisición de materias primas e incluso contratado aviones para importar, de manera urgente, los fármacos más requeridos. «En un año de pandemia se consumen 10 años normales de fármacos”, explica el director de la Cenabast, Valentín Díaz.
En el caso del oxígeno, algunos centros de salud optaron por instalar estanques y cilindros nuevos para aumentar el almacenamiento. Otros, por llevar sus tanques portátiles a los proveedores para recargarlos, pero con mayor frecuencia. Y en el caso de los medicamentos, se debió echar mano a fórmulas alternativas o a combinar miligramajes. Todo, para evitar un quiebre de stock que ponga en riesgo la vida de los pacientes más graves internados en las UCI de hospitales y clínicas.
Actualmente, son 3.275 las camas UCI destinadas a pacientes con Covid-19 en todo el país, de las cuales 1.974 están en la Región Metropolitana, donde la demanda asistencial está marcando la cifra récord de toda la pandemia. Lo mismo está pasando con la demanda de insumos claves, como fármacos y oxígeno, para tratar los casos más graves: se han multiplicado conforme se amplían las áreas hospitalarias destinadas a acogerlos.
Hasta ahora ha resultado: si bien han requerido de ampliaciones y nuevas instalaciones, y admiten momentos en que se vieron muy estrechos de stock, ningún centro ha reportado un quiebre total de stock.
La cantidad de oxígeno requerido por un paciente conectado a respirador varía según el peso, la frecuencia respiratoria y la combinación de la mezcla gaseosa. “Los pacientes más graves pueden necesitar una mezcla del 100% de oxígeno, pero, por ejemplo, en una pieza el aire tiene un 21% de oxígeno”, explica el jefe de la Unidad de Paciente Crítico de la Clínica Indisa, Sebastián Ugarte, quien añade que una persona ventilada “puede ocupar, fácilmente, 30 litros por minuto” y que “en las cánulas nasales de alto flujo se utilizan por lo menos 10 litros por minuto”.
La ex Posta Central pasó de 16 camas críticas en 2019 a 157 unidades actualmente habilitadas en su UCI. A comienzos de la pandemia, el Minsal proclamó a este centro como el “corazón del Covid-19”, justo en momentos en los que el recinto atravesaba una crisis por demanda de oxígeno. En mayo comenzaron a buscar otro estanque y en dos meses recibieron uno proveniente de Antofagasta.
Así, al antiguo cilindro de 20 mil litros de oxígeno se le sumó el nuevo, con capacidad para almacenar 30 mil litros más. “Triplicamos nuestra capacidad de oxígeno para poder satisfacer este incremento de pacientes críticos. Y eso también ocurrió en personal y medicamentos”, afirma el director de la ex Posta Central, doctor Osvaldo Carrasco. “Quedamos sobrados de cariño (…); podría convertir toda la Posta en UCI y no nos faltaría oxígeno”, agrega.
La situación en la Clínica Indisa es similar. Si en un año normal el requerimiento de oxígeno en este centro era de 12 mil litros, durante 2020 fue de 350 mil. Y, en lo que va del 2021, ya se ha requerido de 220 mil litros de oxígeno. Al respecto, Ugarte detalla que, inicialmente, la planta de oxígeno se recargaba “cada 10 días, luego cada dos días, y después diariamente. Por eso se quintuplicó la capacidad de almacenaje de oxígeno, para asegurar el suministro”.
Mientras, la directora del Hospital Barros Luco, Gisella Castiglione, dice que el aumento en el consumo de oxígeno “ha sido del orden de un 600%”. Para ello, el recinto que dirige ha tomado nuevas medidas, como instalar tanques auxiliares. Además, “hoy estamos instalando un segundo tanque de 17 mil litros, totalizando 36 mil litros de capacidad”, afirma, aludiendo a la estructura que fue incorporada ayer al recinto hospitalario.
La directora médica de la Clínica Vespucio, doctora Andrea Solís, también menciona que en la institución que dirige “se ha multiplicado por 10 veces” el requerimiento de oxígeno, en comparación con el consumo que existía previo a la pandemia. Para administrar esta sobredemanda, Solís explica que en junio del año pasado “se instaló un estanque adicional que nos permitió duplicar la capacidad de almacenamiento y mantener así los niveles de consumo requeridos por los pacientes”.
Previo a la situación sanitaria actual, en el Hospital del Trabajador de la ACHS se realizaba entre una a dos recargas mensuales de oxígeno, pero hoy se realiza cada seis días, pues se requieren 12 mil litros de oxígeno criogénico mensualmente. “Hubo que implementar varias medidas operacionales, como cambios en la frecuencia de mantenimientos, regulación dinámica de presiones de red, etc.”, destaca la subdirectora médica del centro, Jessica Castillo. Con todo, admite que a comienzos de la pandemia sufrieron “bajas repentinas en la red central de oxígeno”, dice. Por eso, por seguridad, optaron por transportar sus cilindros portátiles de oxígeno hasta la planta de recarga de su proveedor.
En la Clínica Alemana el consumo diario de oxígeno era de 400 mil litros por día y hoy es el doble. Incluso, “en los momentos más críticos”, recalca el gerente de Administración y Finanzas, Mathias Anwandter, el centro ha llegado a necesitar más de un millón de litros de oxígeno diarios. Sin embargo, explica que la clínica “nunca ha tenido problemas de stock” y que “nuestros proveedores han respondido bien ante el incremento de nuestra demanda de oxígeno”. De igual forma, incorporaron un nuevo estanque de almacenamiento.
Otro desafío que han tenido que enfrentar los centros médicos y sus funcionarios es el aumento en la demanda de fármacos, en especial los requeridos por los pacientes con ventilador. “Las personas que llegan a ventilarse necesitan de una gama de remedios, porque hay que sedarlos para que el ventilador pueda hacer su función. Eso dura, por lo menos, dos semanas”, explica el director Carrasco. En el caso de la ex Posta Central, en promedio, ha incrementado entre un 600% y 700% el consumo en todos estos medicamentos.
El organismo encargado de distribuir los fármacos necesarios hacia los recintos médicos es la Central Nacional de Abastecimiento (Cenabast). Normalmente, el servicio gestiona las compras solo para los recintos públicos, pero ahora, con la Red Integrada Covid-19, tiene a cargo la adquisición de medicamentos tanto para hospitales como para clínicas.
Su director, Valentín Díaz, explica que “para que un paciente pueda estar en ventilación mecánica se requieren tres familias de fármacos: analgesia, bloqueadores neuromusculares y sedación”. En este sentido, entre los remedios más recurrentes están el Fentanilo, Atracurio y Midazolam, cuyas adquisiciones han crecido en forma exponencial.
Específicamente, el consumo mensual de Fentanilo (analgésico narcótico) aumentó un 1.690% desde 2019; el de Atracurio (bloqueante neuromuscular) incrementó un 7.205% y el Midazolam (hipnoinductor para el mantenimiento de la anestesia) creció un 4.396%.
Según explica Díaz, una persona de peso normal en ventilación mecánica “usa 50 ampollas de bloqueadores neuromusculares -como el Atracurio- al día”. Esta cantidad, explica, se debe multiplica por los casi tres mil hospitalizados que requieren de este medicamento a diario. “Eso ha significado que desde mayo del 2020 el consumo de la red pública privada ha sido disparado. En un año de pandemia de consumen diez años normales de fármacos”, alerta.
Para cubrir esta demanda, el director de la Cenabast añade que “nos hemos abierto a todas las posibilidades, la gran mayoría de los medicamentos tienen abastecimiento y produccción en el país, pero como son tan grandes las cantidades, los laboratorios también han sido propasados. Así, hemos comprado, en cantidades, varios millones en el extranjero, como India, Turquía o Brasil. Y para traerlos de forma urgente hemos debido contratar aviones cerrados e incluso nos hemos metido en la logística de los laboratorios para comprar materias primas”.
La logística del despacho de estos productos también ha operado 24/7, a la par con los hospitales y clínicas. “El sábado me llamó a las 9.30 un servicio de la RM, que necesitaban urgente un fármaco, ahí corrimos todos para que antes de las 15.00 estuviera en sus bodegas”, comenta Díaz, quien agrega que “normalmente las entregas son los lunes, y los despachos de martes a viernes, pero como la red está al límite, permanentemente van apareciendo necesidades urgentes. Hace unos meses mandamos a nuestros choferes y terminaron cargando una camioneta a las 10 de la noche que se desplazó de madrugada para entregar a las 4 AM en las bodegas de Valparaíso. Está lleno de pedidos urgentes, que no debieran suceder, pero si llegan más pacientes, el requerimiento aumenta”.
En este contexto, y ante la estrechez de productos, en muchos recintos se ha optado por multiplicar los gramajes las veces necesarias para conseguir la dosis adecuada para el paciente o reemplazar los medicamentos por otros similares.
En el caso de la Clínica Dávila, la directora médica Carolina Asenjo revela que “no hemos tenido déficit de medicamentos”. Esto se debe a que el aseguramiento de stock, a manos de la Cenabast, ha garantizado la entrega de remedios a todos los pacientes. “Sí hemos experimentado momentos de restricción de abastecimiento de relajantes musculares, pero manejamos protocolos de sustitución para todos los fármacos, por lo que hemos utilizado alternativas”, reconoce Asenjo.
Desde la Clínica Universidad de los Andes, el director de Operaciones, Jacinto Oropeza, dice que “no hemos tenido problemas de stock de fármacos” y que han logrado abastecer la demanda de estos con los productos recibidos también por Cenabast. Además, “hemos buscado proveedores alternativos o que haya más de una presentación que nos permite sustituir los medicamentos de ser necesario”, agrega. Sobre el tipo de medicamento suministrado y su aumento de requerimiento, “en comparación con el mismo periodo en 2019, el consumo de Midazolam aumentó en un 2.210%”.
Mientras, el incremento en los sedantes y relajantes musculares en la Clínica Santa María fue de 114% en comparación con un año regular, como el 2019. El director médico del recinto, Javier González, explica que desde que comenzó la pandemia no han registrado quiebres de stock. “Cuando los laboratorios han experimentado falta de stock, los hemos reemplazado con alternativas de otros proveedores”, enfatiza.
Fuente: La Tercera