Hoy cuando muchas actividades y rutinas pre pandemia se retoman, las señales de un cuerpo resentido por el confinamiento, dicen los especialistas, son notorias. No solo quienes experimentaron la enfermedad lo viven. Es generalizado, desde molestias musculares al caminar, mayor cansancio al terminar la jornada, bruxismo o hasta que la ropa de antes no quede, son algunas formas en que esos cambios se evidencian.

Los meses de pandemia y encierro, no han sido inocuos para la salud mental ni el bienestar. Tampoco para el cuerpo. Sentir que el costo físico ha sido alto, no es solo una percepción.

Para marzo de este año, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) el 24% de los trabajadores y trabajadoras lo hacían en casa. Son solo un grupo de quienes pasaron los meses previos sin salir. Están las y los estudiantes de distintos niveles y las personas que por condiciones de salud también evitaron salir de sus hogares. Todo en un escenario de casi 100% de confinamiento nacional hasta principios de julio.

Hoy, cuando muchas de las rutinas pre pandemia se retoman, las señales de un cuerpo resentido por el confinamiento, dicen especialistas, son notorias. Molestias musculares, mayor cansancio al final de día, bruxismo o hasta que la ropa ya no quede, son evidencias de esos cambios.

Las extensas cuarentenas provocaron una merma en la salud física, indica Ignacio Puebla, psicólogo y jefe del departamento de Cultura de Seguridad de la Mutual de Seguridad CChC, “porque significó limitar actividades que se hacían antes de la pandemia o incluso durante la pandemia”.

Caminar, salir o incluso ir al supermercado o a la oficina, eran parte de la salud física. Algo que mantuvieron en parte quienes podían aprovechar la franja Elige Vivir Sano. Pero no fue generalizado, dice Puebla, y en “la gente que no ocupó los horarios y que se mantuvo en cuarentena, la salud física sí pasó la cuenta”. En abril, un estudio de la U. San Sebastián, decía que en la RM solo el que 22% utilizaba la banda horaria.

Hay una directa relación entre las extensas jornadas de teletrabajo, sin pausa, y el descuido de la salud. Algo que tiene que ver con los límites del trabajo, dice Puebla, los cuales al inicio de la pandemia fueron bastante desconfigurados.

“La gente terminaba de trabajar a las ocho de la noche. Cuando terminas a esa hora, lo que menos quieres es hacer deportes. Lo único que quieres es, -si tienes familia-, cenar o tomar once con ellos, mirar una serie, que los niños se acuesten y después, un espacio para ti, que ojalá sea un descanso”, dice Puebla. Por meses esa fue la rutina. Las extensas jornadas de teletrabajo y el sedentarismo, tienen directa relación en el daño en la salud física.

Meses de encierro

¿Cómo afectó al cuerpo? Para Samuel Durán nutricionista, doctor en Nutrición y Alimentos y académico de la U. San Sebastián una de las transformaciones más a la vista está en el peso. En estudios realizados por Durán detectaron que el 40% de la población reconoce un incrementado en pandemia, “en promedio se ganó más de 2 kilos, y un 10% a un 15% disminuyo de peso”, aclara.

Ese aumento se debió principalmente a la alimentación emocional, explica Durán, al estrés y al cambió de disponibilidad los alimentos en el mercado. La alimentación cambió. Se prefirieron opciones más baratas y saciadoras. Las cuarentenas favorecieron el consumo de dulces y frituras, y disminuyó el consumo de frutas y legumbres.

En población de clase baja se vivió el mayor impacto. “Aquellos con mayor escolaridad y que mantuvo su trabajo, se priorizó el consumo de frutas, verduras y carnes, y aumentó el consumo de alcohol. En el grupo que perdió su trabajo y con inseguridad alimentaria, aumentaron las harinas y aceites”, dice Durán.

Esos kilos ganados repercutieron en la salud. “Efectivamente cuando se gana peso corporal aumenta el riesgo de dislipidemia y colesterol elevado”, advierte Durán.

Lo que actualmente se espera, dice el doctor en nutrición, es una avalancha de pacientes que en control por diabetes e hipertensión con solo 20 y 30 años. “El 70% tiene aumento de peso y muchos eran pacientes crónicos de hipertensión y diabetes que dejaron de ir a consulta, y ahora volverán, pero con valores alterados, será un tema importante”.

Salud dental y bruxismo

La pandemia no solo afectó la alimentación, también la salud bucal señala Valentina Robles, jefe clínico de Clínica Santa Blanca. Las visitas al odontólogo se postergaron por las cuarentenas y la dificultad de moverse, “la gente privilegió sus permisos para asistir a otros servicios y por susto a la exposición de contagiarse con el virus u otras enfermedades”, dice.

Los hábitos alimenticios empeoraron, con más azúcares y grasas en varios momentos al día, lo que se produjo dos efectos, indica Robles. Primero, la boca se expusó al daño por ataque ácido durante la mayoría del día, “por lo tanto baja el pH y se provocan caries o enfermedad de las encías”, explica. El segundo, al estar en el hogar todo el día o por uso de mascarillas, “los pacientes sienten que pueden esconder sus problemas bucales y posponer tratamientos, provocando más avance en el daño pre existente”.

Las consecuencias hoy, dice la jefe clínico de Clínica Santa Blanca son enfermedades periodontales o de encías de origen inflamatorio. También en consulta se aprecia aumento en pérdida de piezas dentarias por caries o enfermedad de encías. Eso altera el equilibrio neuro muscular, articular y de la mordida, provocando en el mediano a largo plazo problemas en la articulación, musculatura, destrucción de los dientes remanentes, entre otros.

Aspectos que influyen en la autoestima. Puede provocar problemas para comunicarse, dice Robles, “se dificulta la forma de hablar e incluso patologías gastrointestinales”.

Efectos que no son los únicos. Guillermo Suazo especialista en trastornos temporomandibulares de Clínica Santa Blanca añade que ya es notoria el alza de pacientes con autoreporte de bruxismo, “principalmente por la sensación de cansancio, dolor de cabeza y mala calidad del sueño, que lo atribuyen al bruxismo”. Esa pesquisa, dice ha ayudado a indagar y descubrir que más que esa dolencia, sufren trastornos temporomandibulares o trastorno del sueño asociado o agravado por la ansiedad actual.

La ansiedad no solo está detrás de la alimentación emocional. También lo está del bruxismo de vigilia, “cuando los pacientes están despiertos y a veces aprietan los dientes cuando están muy ansiosos, estresados, enojados o cuando tienen pena”, dice Suazo.

Ansiedad que también provoca más episodios de trastornos del sueño, ya sea de insomnio o un retraso del sueño. Y eso, tal como Suazo explica ha favorecido síntomas como sensación de cansancio en la mandíbula, rigidez de la mandíbula e incluso dolores de cabeza que se atribuyen al bruxismo, “pero más que al bruxismo tiene mucha más relación con trastornos del sueño”.

Tahina Chiang, psicóloga de Clínica U. de los Andes agrega que el impacto en el bienestar se evidencia como dificultad para dormir y ansiedad, pero también con tristeza, desesperanza, cambios en la alimentación, cambios en la vida cotidiana y mayor sedentarismo. “También en pensamientos intensos o intrusivos, irritabilidad, incluso miedo. Una serie de síntomas emocionales y físicos que afectan nuestro ser e incluso las relaciones interpersonales generando tensión en el día a día”.

Encierro y poca vitamina D

Las consultas dérmicas derivadas del encierro en Covid-19 también son cada vez más recurrentes. Así lo indica la Dra. Carolina Otero, inmunóloga y académica de la Escuela de Química y Farmacia de la U. Andrés Bello. Las consultas más frecuentes son exploración de los lunares, valoración de lesiones tumorales, exploraciones con dermatoscopia, pacientes con dermatosis inflamatorias severas que requieran intervención presencial como cirugía, biopsia, crioterapia, láser, entre otras.

El encierro implicó menores índices de vitamina D, “que ayuda a mantener huesos fuertes, pues participa en la absorción de calcio, en el movimiento de los músculos y en la transmisión de señales entre el cerebro y el resto del cuerpo”, explica Otero.

No es fácil de reemplazarla. Pocos alimentos la contienen, entre ellos, el salmón, hígado de res y yema de huevo. “Sin embargo, la piel produce vitamina D a través de la exposición a la luz solar”, dice Otero.

Su carencia provoca enfermedades graves y agudas. Entre ellas, dice Otero, está, la psoriasis, enfermedad inflamatoria crónica de la piel de origen autoinmune, “que produce lesiones escamosas engrosadas e inflamadas, con una amplia variabilidad clínica y evolutiva”.

También afecta en la dermatitis atópica (DA), enfermedad inflamatoria crónica y recurrente, caracterizada inicialmente por prurito y lesiones eccematosas, que afecta dice Otero “hasta un 20% de la población infantil, y en torno al 7,2% de los pacientes adultos”.

Otra consecuencia ha sido el acné, afección cutánea que se produce cuando los folículos pilosos se llenan de grasa y células muertas de la piel. “El acné es más común en adolescentes y adultos jóvenes. Los síntomas varían desde comedones sin inflamación hasta pústulas llenas de pus, o protuberancias rojas y blandas de gran tamaño”, indica la especialista de la U. Andrés Bello.

Otero señala que la alopecia areata, pérdida repentina del cabello que comienza con una o más zonas de calvicie circulares que pueden superponerse, ha sido otro efecto negativo. En ella el sistema inmunológico ataca a los folículos pilosos y puede generarse por situaciones de mucho estrés. “El síntoma principal es la caída del cabello. El tratamiento puede destinarse a afecciones subyacentes y puede incluir el uso de medicamentos tópicos para el cuero cabelludo”.

Sedentarismo

El confinamiento pasó la cuenta no solo en términos del aumento calórico, también en sedentarismo. Estar todo el día trabajando sin pausas, dice el psicólogo y jefe del departamento de Cultura de Seguridad de la Mutual de Seguridad CChC, genera un cansancio físico que va de la mano con el mental. “Y viceversa, el cansancio mental que provocó las extensas jornadas de teletrabajo y cuarentena, provocan un efecto negativo en el cuerpo. No tienes ganas de hacer deporte, de caminar, etc. Lo único que quieres es acostarte y ver una buena serie”.

Sedentarismo que se suma al aumento en el uso de pantallas, advierte el Dr. Michel Mehech Hirane, oftalmólogo y académico de la Escuela de Medicina de la U. Andrés Bello. En pandemia, explica, el uso de pantallas aumentó en un 50%, lo que produce astenopia (cansancio visual) y en algunos casos aparición de síntomas de ojo seco (ardor, sensación de arenilla, ojo rojo, etc.).

“En los niños, claramente la tele-educación y la menor exposición al exterior y luz natural favorecen la aparición de miopía”, dice Mehech.

La prevalencia normal de miopía es entre 3-5% de la población. Mehech explica que 19 estudios recientes, señalan que dos horas al día en el exterior baja ese riesgo en niños. Si bien hay técnicas de frenación (ortoqueratología, uso de atropina en colirio, etc.), lo mejor es la prevención, con buenos hábitos frente a las pantallas.

“Los oftalmólogos estamos preocupados del excesivo uso de pantallas en los niños, y la Sociedad Chilena de Oftalmología recomienda la regla de 20/20 /20 mientras estamos con tele-educación, es decir, cada 20 minutos mirar 20 segundos un punto lejano y realizar 20 pestañeos, y luego limitar los juegos frente a pantallas”, indica Mehech.

Pero esos no son el único efecto de las pantallas. Otero explica que también pueden producir manchas en algunos tipos de pieles o “envejecimiento digital”, ya que la luz interrumpe la generación de colágeno. “Además, aumenta la concentración de radicales libres, provocando daño e inflamación”.

Al minuto de iniciar el teletrabajo empezamos a conceptualizar el termino de “desuso”, dice Carlos Alvayay, académico de la Escuela de Kinesiología UDP: “Previo al confinamiento las personas caminaban tres cuadras para tomar locomoción colectiva, hoy son unos cuantos pasos desde que se levantan y se sientan a trabajar”.

Ese desuso, dice Alvayay, implicó utilizar menos el tejido muscular y conectivo. “Una frase que clave en kinesiología, es que ´lo que no se usa se atrofia´, y al estar tanto rato sentados los músculos pierden masa muscular y los tendones empiezan a perder la tensión natural que necesitan. La vuelta a la normalidad pasa la cuenta, el musculo tiene menos fuerza y el tendón menos tensión”.

Efectos que se ven en todas las edades. A nivel orgánico todo órgano que pierde uso cae en esa situación de atrofia. Alvayay comenta que ha visto muchos casos de niños muy activos previo al encierro, que luego de siete o nueve meses en casa vieron disminuido su rendimiento.

Factor estrés

El estrés libera cortisol y a nivel músculo esquelético genera tensión muscular. El resultado es tensión en el cuello y en la zona lumbar. “Si además, no tenemos espacios óptimos para trabajar, claramente las lesiones cervicales y dolor de cuello aumentan”, dice Alvayay. Junto con ello, se aprecia un alza en lesiones tendinosas en muñecas y manos, dolor lateral de codos y dolor en las muñecas.

El resultado dice Alvayay es una sensación de mayor deterioro. Desde el enfoque biopsicosocial, no solo es el tejido el que se daña, sino también cómo se siente la persona con esas lesiones. “Se ven afectadas al estar lesionadas, al pasar de poder entrenar y ya no, o cuando todo les duele, es un golpe fuerte al ánimo, el paciente se siente añoso”.

El estrés, se ha demostrado a su vez que modifica nuestro sistema inmune y baja las defensas. Eso favorece además, dice Otero a que aparezcan brotes de infecciones en la piel, por ejemplo, virus herpes. Además, el lavado constante de manos y el uso de alcohol gel “ha producido situaciones como dermatitis irritativa de contacto”.

La psicóloga de Clínica U. de los Andes añade que la sensación de tiempo perdido, “que no volverá”, también contribuye al agotamiento. Lo que se explica por la vivencia de pérdidas e incertidumbre en diversos aspectos “no sólo en tiempo, libertad, sino también en sensación en seguridad y confianza en el mundo, de vínculos, de verse, tocarse, reírse frente a frente con otro, actividades tan simples y con tanto beneficio”.

“Si a esto le sumamos el cambio de hábitos y tal vez el comer menos sano, el dejar de hacer ejercicio, el trabajar largas jornadas, dejando muchas veces el autocuidado de lado, traen como consecuencia efectos en el cuerpo que hablan de todo lo que pasa al interior de las personas”, dice Chiang.

Fuente: Qué Pasa