Una investigación que analizó datos de todas las comunas del país arroja luces sobre qué factores, distintos del comportamiento humano, facilitan la transmisión.
¿Existe alguna relación entre las variables climáticas y la propagación del covid-19? Desde que la enfermedad comenzó a expandirse muchos análisis han buscado la respuesta y los resultados incluso aparecen como contradictorios entre distintos documentos. Ahora una investigación con datos para Chile muestra que sí hay condiciones de temperatura, humedad y presión atmosférica que favorecen las tasas de contagio.
Sus resultados no tienen solo importancia local. La particular geografía con al menos cinco zonas climáticas y ciudades ubicadas a diferentes altitudes respecto del nivel del mar hacen de Chile un laboratorio natural para estudiar este tema, con la ventaja adicional de que todas las personas están sometidas a las mismas regulaciones administrativas y sanitarias, lo que no ocurre al analizar distintos países.
Así lo pensaron científicos de la unidad de Cambio Climático y Medio Ambiente de la Universidad Autónoma de Chile, sede Temuco, que desarrollaron esta investigación con el apoyo de investigadores de otros planteles locales y también de Brasil, Panamá y España. El análisis fue publicado recientemente en la revista Nature y en los principales sitios de investigación médica, entre ellos el de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El reporte considera datos oficiales de contagio en todas la comunas entre febrero y agosto de 2020, junto con el seguimiento de las principales variables ambientales (clima, contaminación atmosférica, densidad poblacional, entre otras) que pudiesen incidir en la evolución de la enfermedad.
«Hay que entender que cerca del 70% de los contagios en el caso de este virus y de otros están influidos por los patrones de comportamiento del ser humano», dice el doctor en ciencias ambientales Francisco Correa Araneda, quien lideró el equipo investigador. Explica que en el 30% restante hay multiplicidad de factores, entre ellos los ambientales que ellos rastrearon.
La investigación arrojó que hay tres variables que son las más importantes en los patrones de contagio, aunque no las únicas: temperatura mínima, presión atmosférica y humedad relativa del aire.
«Cuando combinamos bajas temperaturas con una humedad relativa del aire y una presión atmosférica también baja, como ocurre en aquellas ciudades frías y secas, existe una mayor probabilidad de incidencia del virus», afirma Correa. En esto se sigue la evidencia que han aportado otros estudios, que apuntan a que en general a menor temperatura los virus parecen más propensos a mantenerse activos en las superficies.
Chile tiene dos territorios extremos con temperaturas bajas, pero las condiciones descritas se dan mayormente en la zona norte. «Si bien el clima es de desierto, que se asocia al calor, hay gran oscilación térmica (la temperatura puede pasar de 40° en el día a -1°C en la noche), además de baja humedad relativa y por consiguiente una baja presión atmosférica», dice. Añade que, por el contrario, en el extremo sur hay temperaturas bajas más constantes, pero la humedad relativa es alta y la presión atmosférica también, «por lo tanto ahí tendríamos solo una variable en juego».
El estudio detectó que otros factores ambientales de incidencia para el contagio son la radiación solar y la densidad poblacional. «Aunque la contaminación atmosférica figuró en la primera versión del estudio, tuvimos que excluirla del análisis estadístico debido a que no existen suficientes estaciones de monitoreo», comenta el científico.
Francisco Correa agrega que los datos que aporta esta investigación y lo que se ha visto en otros países configuran una alerta: a medida que se acerca el invierno, las tasas contagio del covid-19 y los casos clínicos aumentan no solo por efecto del clima, sino que también confluye otro tipo de enfermedades respiratorias (que ocupan los servicios sanitarios) y también la contaminación atmosférica.
«Nuestro estudio apunta a que la transmisión del virus fue mayor en ciudades ubicadas en climas fríos y secos cuando la presión atmosférica fue baja. Esto se suma a otras investigaciones sobre las variables climáticas y ambientales en la transmisión de la enfermedad, que deberían ser consideradas a la hora de diseñar estrategias sanitarias», comenta.
El científico enfatiza la importancia de realizar este tipo de estudios a escala local para entender cómo aporta cada variable a la propagación del virus. «En Chile existen las capacidades y los expertos para desarrollar estas iniciativas», sostiene.
Fuente: Radio Pauta