Nuestra responsabilidad con las generaciones futuras
«La conquista final del hombre es la abolición del hombre» (CS Lewis).
Si esta aseveración fuese cierta, qué triste sería nuestro futuro. Implicaría que hemos fallado en nuestra doble responsabilidad de herederos del esfuerzo que nos han legado las generaciones pasadas y de custodios del bien de las generaciones futuras; que hemos perdido la batalla de resguardar el medio ambiente.
Hay quienes piensan que la preservación y cuidado de la naturaleza es más importante que la persona misma. Es una reacción extrema frente al abuso que algunos hacen de los dones que la naturaleza nos ofrece, con el pretexto de generar desarrollo.
Ha habido un proceso creciente de extenuación de recursos no renovables, de desertificación, de escasez de agua, y de contaminación en las grandes ciudades.
Y se produce la paradoja de que aunque necesitamos energía urgentemente en el país, esta no se puede generar, porque se afecta el entorno natural.
No a las posturas extremas
Debemos evitar posturas extremas. Necesitamos explotar los recursos de la naturaleza para satisfacer las legítimas necesidades del hombre, pero la explotación sin reglas de estos recursos es una amenaza para toda la humanidad, pues hace más frágil la vida en la tierra. No se debe considerar la naturaleza como intocable, y tampoco se debe abusar de ella. Debemos integrar de manera más orgánica el desarrollo industrial, el crecimiento económico y el respeto por la naturaleza.
El futuro de la humanidad depende en gran medida de cómo nos relacionemos con la naturaleza. Por ello, los temas vinculados con el ambiente no pueden limitarse tan solo a lo científico, técnico, legal o económico, pues tienen una dimensión ética insoslayable.
No es entendible que el fruto del trabajo, que persigue el bien a quien lo realiza y a la sociedad toda, genere trastornos que pongan en riesgo la vida del hombre en la Tierra. Tampoco es entendible que concibamos el desarrollo en términos de una orientación excesiva al consumo, que pone una exigencia desmedida sobre los recursos naturales. No es sensato pensar en un consumo ilimitado, si los recursos del planeta son limitados.
Además, el sistema de producción industrial genera desechos, y la capacidad de absorción del planeta es limitada, lo que claramente acarrea un proceso de degradación del ambiente. Muchos de estos residuos son tóxicos y perjudican el agua, la flora y la fauna, y por cierto, a los seres humanos de todo el mundo.
Nuestras acciones y decisiones, por muy localizadas que sean, tienen un impacto planetario. Esto requiere un enfoque de colaboración y solidaridad entre todos los actores, y de coordinación entre países y empresas. Es la única forma de enfrentar con éxito temas como la intensificación del efecto invernadero, la destrucción de la capa de ozono, la crisis de la biodiversidad, la explotación creciente de los recursos naturales y la contaminación de las aguas, el aire y el suelo.
La responsabilidad de la empresa
El verdadero indicador de la actividad de una empresa u organización es el impacto que su actividad tiene sobre el desarrollo humano de la persona y el bienestar de la sociedad. A esto se refiere la responsabilidad social.
Responsabilidad social no es filantropía (que es por cierto una actividad muy loable) ni una de las formas que adquiere el márketing de la imagen de la empresa (que también es legítimo y bueno hacerlo). Es mucho más que esto. Es una nueva forma de entender toda la actividad de la empresa, por lo cual incluye de un modo integral las distintas dimensiones de su actividad y se ve reflejada en su estrategia.
La responsabilidad social bien entendida no es un costo, sino que es una forma de crear valor económico que genera también valor social.
La empresa es parte integral de la sociedad y no tan solo una actividad productiva de bienes y servicios que se venden a terceros. No es una isla o un apéndice de la sociedad. Su actividad no se agota en lo económico. El comportamiento ético, la preocupación por el medio ambiente y la inserción de la empresa en la comunidad son temas relevantes.
La gestión de empresas debe ser sensible a las demandas e intereses de todas las audiencias relevantes y poner a las personas en el centro de su atención. En los tiempos actuales, no puede imaginarse una empresa que no tenga una clara concepción de todas sus responsabilidades y de los límites de su actuar. La reputación de la empresa es una medida del aprecio de la comunidad hacia ella.
Reconocer, dimensionar y actuar
Para poder enfrentar con éxito estos desafíos se requiere partir de lo más básico: reconocer que hay un problema, aprender a descubrirlo en el accionar de la empresa, tomar conciencia de su urgencia, dimensionarlo, medirlo, socializar los resultados y conclusiones de los estudios y tomar las medidas necesarias.
Reflexionar sobre estos temas es una exigencia que surge del interés por el futuro de la humanidad. Y es evidente que la empresa no solo no puede permanecer indiferente, sino que tiene que hacerse cargo de manera protagónica, así como los gobiernos a través de políticas públicas a nivel local y planetario.
En palabras del Papa Juan Pablo II: «La sociedad moderna no encontrará soluciones al problema ecológico si no revisa seriamente su estilo de vida. En muchas partes del mundo es proclive al hedonismo y al consumismo, siendo indiferente a los daños que de ello se siguen… La austeridad, la templanza, la autodisciplina y el espíritu de sacrificio deben informar la vida de cada día, para que no se esté obligado de parte de todos a asumir las consecuencias del no cuidado de pocos». Hasta el lunes.
Del cuidado del medio ambiente a la reputacion corporativa
Hace 30 años parecía que una empresa podía hacer cualquier cosa y la comunidad solo asumía que estaba bien. A mediados de los 90 se instalaron los temas ambientales en la agenda pública, y luego de un fuerte énfasis en los recursos naturales, el evento Barrancones y Freirina movieron las fronteras hacia los aspectos sociales.
Es que mucho se ha hablado del cambio que ha sufrido el entorno de los negocios en Chile: comunidades más empoderadas, opinión pública que desconfía de las empresas, de las instituciones y de las autoridades. El tema es cómo se abordan estos cambios.
Hasta hace algunos años parecía que considerando los temas ambientales bastaba. Sin embargo, y luego de varios episodios lamentables, fue necesario incluir fuertemente los aspectos sociales (sustentabilidad), y en paralelo comienza a aparecer el concepto de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), erróneamente asociado con donaciones y filantropía. Actualmente en las empresas modernas se impone la reputación corporativa como un concepto que permite gestionar e integrar diversos temas.
Es que la reputación corporativa es uno de los dos indicadores no financieros más usados en el mundo de las organizaciones. Existen variadas definiciones de reputación, pero en términos generales la reputación se define como una representación perceptual, de las acciones pasadas y expectativas futuras de la empresa, y que describen el atractivo de la compañía para sus grupos de interés.
Estas percepciones se forman a través de la gestión de la compañía en los diversos frentes y no solo desde la comunicación.
La reputación corporativa se debe gestionar en cada uno de sus atributos y trabajar con cada público de interés. Además, tiene que considerar el delicado equilibrio entre la realidad y la comunicación. Si haces más de lo que comunicas, tienes una oportunidad de mejora importante. Ahora si haces menos de lo que comunicas, estás en un riesgo inminente.
Por esto la reputación debe ser un objetivo estratégico de la empresa y, por lo tanto, debe estar liderado desde la alta gerencia, ya que muchas de sus tareas serán en coordinación con otras áreas de la compañía.