Hasta 1973 imperó la sustitución de importaciones. El arancel promedio era de 26% y una serie de excepciones hacía que la tasa efectiva fuera mayor. Un logro de estas últimas décadas es haber controlado la inflación. Para tener una idea, el promedio anual entre 1939 y 1989 fue de 43%, y en todo este período hubo solo seis años en que el alza de precios fue de un solo dígito. En los 70, casi todo lo que comprábamos era hecho en Chile, y el 42% del gasto de una familia se destinaba a alimentación, mientras que hoy el 18% va a este ítem. Pasamos de tener un auto por cada 33 personas en 1973 a uno por cada cinco chilenos en 2012. El crédito nos abrió al consumo. Este año se pronostica que se habrán vendido 986 vehículos al día.
El paso desde el proteccionismo y la hiperinflación a la apertura comercial y el ingreso a la OCDEEl Estado llegó a tener el 85% de la minería y 14 bancos de un total de 17:
En economía, cuarenta años parece ser una eternidad. El 11 de septiembre de 1973, el Estado de Chile era dueño del 85% de la minería, 40% de la industria, 100% de los servicios públicos, 70% del transporte y las telecomunicaciones y 85% de la banca. Ocho años antes, ese control oscilaba entre 3% y 25%, según una investigación del economista Dominique Hachette.
Desde entonces, las transformaciones se sucedieron tan vertiginosamente que, del Estado empresario y proteccionista que se construyó entre la década del treinta y hasta el golpe militar, no queda prácticamente nada. (Ver nota relacionada)
De hecho, Chile tiene una de las economías más abiertas del mundo y durante 2012 ocupó el lugar 11 entre los países que perciben el mayor flujo de inversión extranjera a nivel mundial (US$ 30.323 millones ese año).
Pero antes que el país pensara siquiera en alcanzar este estándar, tuvo que lidiar contra la enfermedad más nociva que afectó a su economía durante todo el siglo veinte: la hiperinflación.
El mal crónico de los precios
La tasa media anual de inflación fue de 43% entre 1939 y 1989, y en todo este período hubo solo seis años en que el alza de los precios fue de un solo dígito, según cifras del Banco Central.
Por eso, controlar este mal endémico es el logro económico más importante de las últimas cuatro décadas, según historiadores, economistas y ex dirigentes gremiales.
En 1973, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) fue de 606%, y recién en 1994 el país logró llevar la inflación a tasas de un dígito de manera sostenida. Pero para que eso ocurriera debió pasar mucha agua bajo el puente.
Así lo recuerda Orlando Sáenz, quien fuera presidente de la Sofofa entre 1971 y 1974, adversario declarado de Salvador Allende y asesor económico del gobierno de Augusto Pinochet durante los primeros meses del régimen. Posteriormente, se convirtió en opositor al gobierno militar y candidato a senador por la Concertación en 1989.
«Había que bajar la inflación gradualmente, si no el efecto social iba a ser brutal. Un día, Pinochet me preguntó si la inflación se podía contener más rápido, de un día para otro. Yo le dije que sí, que se podía, pero que el efecto social sería insostenible. Yo debería haberme dado cuenta que alguien le estaba hablando… los Chicago boys ya estaban influyendo en el gobierno», dice Saénz.
Si bien la inflación cayó de manera continua a partir de 1976, no dejó de ser un problema sino hasta la década del noventa. Entre 1974 y 1990, solo tres veces se logró cerrar el año con una inflación menor al 20%.
Solo con la incorporación del principio de autonomía del Banco Central, en 1989, la inflación dejó de ser un problema para los gobiernos: «Con la autonomía del Banco Central se le quitó la tentación de emitir dinero a los gobiernos de turno», señala el profesor del Instituto de Historia de la Universidad Católica, Patricio Bernedo.
Antes, hubo otros intentos por contener el alza de precios, pero siempre resultaron estériles. En dos ocasiones, por ejemplo, el país cambió su moneda: en 1958 se creó el Escudo y en 1975 se introdujo un nuevo peso. Tal era el problema con el alza de precios, que en 1967 se creó la Unidad de Fomento como mecanismo para promover los ahorros y protegerlos de la inflación.
2002, el año de los TLC
Hasta 1973, la política comercial de Chile se basó en el principio de sustitución de importaciones. El arancel promedio era de 26%, y existía una serie de restricciones y excepciones para proteger la producción local que hacían que la tasa efectiva fuera mucho más alta.
En 1979, por decisión del gobierno, se bajó la tasa arancelaria de manera pareja y esta llegó al 10%, con lo cual se convirtió en la primera economía abierta de América Latina.
Para el economista de la Universidad de Chile, Joseph Ramos, el gobierno militar impulsó un viraje estratégico sin precedentes en Chile: «Se cambió de una estrategia de desarrollo volcado hacia el mercado interno a uno volcado hacia las exportaciones», dice.
En 2003, el país llevó sus aranceles a 6% para todas las importaciones, pero en paralelo ya había comenzado a avanzar en una serie de tratados de libre comercio. Chile fue la primera economía de América del Sur que suscribió un TLC con Estados Unidos (junio 2003) y, con ello, el 87% del volumen exportado a ese país quedó liberado de aranceles.
Hoy el arancel efectivo de Chile es de 1% y la meta es llegar a cero en 2015.
Dos depresiones en 8 años
«La historia económica de Chile tuvo momentos de éxito muy particulares. Recién a partir de 1985 el país alcanza tasas de crecimiento sostenido». Así lo ve Patricio Bernedo, quien destaca que durante buena parte de la historia de Chile el crecimiento no fue la tónica. De hecho, durante la primera década del gobierno militar hubo años de fuerte expansión, pero también de caídas del PIB (el 1975 y entre 1982-1983).
El momento más complejo se produjo en 1982, cuando la economía se contrajo 13,52%, el gobierno devaluó la moneda -el dólar estaba anclado en $39 desde 1979-, y al año siguiente intervino a la banca. Por esos años, la desocupación alcanzó el 25% y más de 240 mil personas se integraron a los planes de empleo de emergencia (PEM y POJH).
En mayo de 1983, se realizó la primera protesta, convocada por el Comando Nacional de Trabajadores.
«Una fe exagerada en las bondades del mercado y una liberalización financiera desastrosa llevaron a dos depresiones (1974/75 y 1982/83). No fue hasta 1985 que las reformas comenzaron a dar frutos sistemáticos», dice Ramos.
La intervención de la banca entre 1982 y 1986 es una de las aristas más recordadas de la crisis de esos años. La Superintendencia de Bancos intervino y cerró 16 instituciones y, tras la debacle, nació la Ley de Bancos de 1986. Los analistas consideran que gracias a esa legislación, el país tiene uno de los sistemas bancarios más solventes de la región.
28 años de crecimiento
Entre 1985 y 2012 se produce el verdadero despegue: el país registra un crecimiento promedio de 5,4% y, en todo este período, hubo solo dos años de caída del PIB, que coincidieron con la crisis asiática (1999) y subprime (2009).
El Producto Interno Bruto (PIB) de 1973 fue de $25,8 millones de millones en pesos de poder de compra de 2012, mientras que el PIB estimado de 2013, también en pesos de 2012, es de $136,1 millones de millones; es decir, el PIB de hoy es 5,3 veces el de 1973 (Díaz, Lüders y Wagner 2013, EHClioLab, PUC).
El PIB per cápita de 1973 en pesos de poder de compra de 2012 fue de $2,6 millones y el estimado para 2013 es de $7,8 millones, tres veces superior.
El académico de la Universidad Católica, Rolf Lüders, destaca cinco hitos que contribuyen a explicar el progreso de la economía chilena desde 1973:
En primer lugar, la adopción de El Ladrillo como programa económico y social, y la apertura comercial liderada por Sergio de Castro; el Programa de Recuperación Económica, encabezado por Jorge Cauas, complementado con la disposición constitucional que le da iniciativa exclusiva al Poder Ejecutivo en materia presupuestaria (claves en el saneamiento fiscal); y la independencia del Banco Central.
También destaca la implementación del programa de modernizaciones del El Ladrillo, encabezada por José Piñera hacia fines de 1970, consistente en reemplazar los subsidios de oferta por subsidios a la demanda en una buena parte de los programas sociales; y la decisión en 1990 -liderada por Edgardo Boeninger y Alejandro Foxley, y apoyada por Patricio Aylwin- de mantener las bases del sistema económico e introducir cambios consensuados.
«La decisión le dio continuidad a la institucionalidad vigente y permitió el sustancial crecimiento económico de los años siguientes. Es, para la actualidad, una importante lección de la historia», señala Lüders.
El modelo y sus efectos en el crecimiento del país, hicieron que Chile lograra reconocimiento mundial. Un botón de muestra fue el ingreso del país a la OCDE en 2010, el llamado club de «países ricos».
Pese a la consolidación del modelo, Bernedo considera que hay algunos problemas que persisten: «una de las debilidades radica en que se tiende a confundir el bienestar de las empresas con el bienestar ciudadano», señala.
El economista Joseph Ramos considera que el escaso avance en materia de desigualdad es el talón de Aquiles del modelo de desarrollo: «El quintil más rico aún gana 14 veces lo que el quintil más pobre», señala.
Pero han habido avances leves. Un estudio de la Secretaría General de la Presidencia (Segpres) a partir de la Encuesta de Ocupación de la Universidad de Chile para el Gran Santiago, muestra que el índice de Gini -indicador en que el valor 1 representa total desigualdad y el cero perfecta igualdad- entre 2010 y 2013 es de 0,48 en el Gran Santiago, el mejor promedio observado en la capital desde hace cuatro décadas. En el contexto nacional, la desigualdad también cayó. Según la Encuesta Casen, el Gini de 1990 fue de 0,56 y el de 2011 fue de 0,52, el más bajo en 21 años.
¿Cuáles eran las empresas y las marcas que dominaban la economía y la bolsa en los 70?
En 1970, el 3% de los empresarios industriales controlaba el 50% de la producción de ese sector y dos compañías norteamericanas (Anaconda y Kennecott) eran dueñas de casi toda la gran minería del cobre, que representaba el 70% de las exportaciones nacionales (hoy representan el 57%), detalla el economista Dominique Hachette en su investigación «Privatizaciones: Reforma Estructural Pero Inconclusa».
Cambiar ese panorama era el elemento central del programa de la UP. Según una investigación de Felipe Larraín y Patricio Meller, en 1971 el Estado controlaba todas las grandes compañías del cobre. Y a fines de ese año había tomado el control de casi todo el sistema financiero. De los 17 bancos que había en 1970, 14 habían pasado a manos del Estado.
En el agro, a septiembre de 1973, el gobierno había expropiado diez millones de hectáreas, es decir, el 60% de la tierra agrícola.
En la industria, el Estado tomó el control de 507 empresas. Entre otras, expropió o intervino CIC, Fensa, Mademsa, Madeco, Sindelen, Iansa, Yarur, Sumar, Hirmas, Bellavista Oveja Tomé, Vidrios Lirquén, Galletas Mckay, Chocolates Hucke, recuerda el profesor emérito de la Universidad Católica Alberto Armstrong.
Durante ese periodo, las sociedades líderes cuyas acciones se transaban en la Bolsa de Santiago eran el Banco de Chile, Banco Sudamericano, Copec, CMPC, Sudamericana de Vapores, Cervecerías Unidas, CGE, Eperva, Compañía Chilena de Tabacos y Madeco.
Según Orlando Sáenz, entre los empresarios más importantes de la época destacaban las familias Matte, Yarur, Edwards, los empresarios Ricardo Claro, Javier Vial, Fernando Larraín y Anacleto Angelini.
Si el proceso de estatizaciones fue rápido, la política de privatizaciones que implementó el régimen militar también lo fue. De 596 empresas públicas existentes en 1973, se pasó a 48 firmas en solo diez años, según la investigación del economista Dominique Hachette. Entre 1985 y 1989, se privatizaron dieciocho empresas más y nueve incorporaron capitales privados de manera parcial. Entre estas últimas destacan la Compañía de Teléfonos de Chile (CTC), Endesa, Entel y LAN.
El proceso no se detuvo después de 1990. Durante el gobierno de Patricio Aylwin se terminaron de privatizar Endesa, Entel, CTC y Pehuenche, y en el periodo de Eduardo Frei se incorporó capital privado a las dos principales sanitarias del país: Emos, hoy Aguas Andinas, y Esval. Este proceso continuó con Ricardo Lagos, incorporando el sistema de concesiones -aplicado primero en carreteras- a nuevos sectores.