Padre Hurtado, Pudahuel y El Bosque, en cambio, son las más silenciosas:
Gobierno estima que contaminación acústica genera un impacto económico de US$ 160 millones, por el deterioro del bienestar social.
Por Manuel Valencia.
Los ruidos molestos son el tipo de contaminación que más irrita a los chilenos. La afirmación no es azarosa, y la refleja el último informe de reclamos elaborado por la Superintendencia de Medio Ambiente: de las 1.640 denuncias formales que recibió la entidad fiscalizadora el año pasado, la mayoría -el 37,8% (619)- correspondió a episodios de contaminación acústica. De ellas, casi todas provienen del Gran Santiago.
Aunque la situación es relativamente homogénea, puesto que el ruido se concentra en torno a vías expresas que atraviesan toda la ciudad, son las comunas de Santiago, Lo Espejo y Estación Central las que tienen mayor cantidad de población expuesta a focos bulliciosos. Según el último reporte del estado del medio ambiente (lanzado por el Gobierno con datos procesados hasta 2013), las tres tenían a más del 50% de sus habitantes bajo emisiones superiores a los 65 decibeles A, límite máximo recomendado por la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE).
En el centro, una de las zonas más críticas se identificó en las cercanías de la plaza Italia y del parque Forestal. «Acá no solo tenemos el ruido de la ciudad, como los bocinazos y sirenas. A eso le sumamos los espectáculos que se montan y se hacen de madrugada cuando menos se esperan y necesitamos más silencio para dormir. No queremos más patentes de alcohol en el barrio Lastarria ni sufrir más con los destrozos y la bulla de las manifestaciones, celebraciones y las protestas», afirma Héctor Vergara, presidente de la junta de vecinos del Parque Forestal.
En el extremo opuesto, las zonas con menos vecinos expuestos al ruido son Padre Hurtado, Pudahuel, El Bosque y La Cisterna. Todas, con menos de 25% de población cercana a focos de contaminación acústica.
En términos económicos, el ruido excesivo genera costos de hasta US$ 160 millones por concepto de «pérdida de bienestar social». Entre sus efectos, el Ministerio de Medio Ambiente identifica aquellos relacionados con la salud. Por ejemplo, el daño auditivo, las cefaleas y el riesgo de sufrir infartos, a partir de afecciones a la irrigación de sangre en el cerebro, la coordinación del sistema nervioso central y el proceso digestivo, entre otros daños. También deteriora la comunicación, los procesos de aprendizaje y la conciliación del sueño.
Para reducir los niveles de ruido, el Ejecutivo trabaja en la ampliación de la normativa actual, que solo rige a fuentes fijas. Con ese propósito, se busca elaborar una norma para fuentes móviles, como vehículos y motocicletas. Asimismo, se revisará la existente para la emisión de ruidos provenientes de la locomoción colectiva urbana y rural. «Una vez elaboradas, se procederá al desarrollo de una norma que regule las emisiones generadas por vehículos pesados. Lo anterior permitirá controlar los niveles que se generan en nuestras ciudades, considerando que el 70% del ruido urbano es producido por el transporte vehicular», asevera el ministro de Medio Ambiente, Pablo Badenier.
Foco territorial
El informe también mide la superficie expuesta al ruido del transporte terrestre. En ese concepto lidera Estación Central, por los trenes que cruzan la comuna.