La Presidenta de la CUT cuestiona posibilidad de que cambios en esta área sean graduales, como planteó ayer el ministro de Hacienda. Además, enfrenta las críticas de quienes la acusan de actuar con un marcado perfil oficialista y desestima que exista un dilema por rol del PC en el gobierno.
Por Alberto Labra y Sergio Jara.
Esta semana, se abrió un nuevo conflicto al interior de la Nueva Mayoría, luego de que gran parte de los diputados de la DC rechazara el reajuste salarial del sector público propuesto por el gobierno, lo que desató críticas de sus socios y terminó incomodando al PC. Esta colectividad se había alineado con La Moneda y la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), organismo que, bajo la presidencia de Bárbara Figueroa -militante comunista desde los 15 años-, ha sido foco de cuestionamientos y acusaciones por actuar con un marcado perfil “oficialista” durante el gobierno de Michelle Bachelet.
¿Por qué firmó el acuerdo por un reajuste de 6%? Hubo disconformidad, por ejemplo, de la Anef…
Hay otros elementos que también tienen peso. Se logró un aumento significativo para las rentas más bajas sobre un 19%. Segundo, hay un plan de traspaso de trabajadores de honorarios a contrata. Y el haber recuperado el derecho de alimentación de los trabajadores de la salud.
¿No le incomoda que el PC y la CUT se hayan cuadrado con la oferta, y sean diputados de la DC los que hayan exigido más?
En lo que tenemos que tener cuidado es no creer que la dignidad de nuestros trabajadores se juega sólo por un par de décimas. La dignidad de los trabajadores se juega en estos otros temas estructurales. Ahí deja de ser el debate sobre reajuste solamente. Y pasa a ser el debate de fondo, que a mí no me quedó tan claro, en el caso de la DC, si lo estaban asumiendo. Siento que ahí hubo un vacío por parte de la DC, y que se refrenda en el momento en que los diputados actúan de una manera y los senadores de otra. Ahí uno no logra entender la consistencia del argumento.
Algo similar ocurrió con el salario mínimo. En el gobierno anterior ustedes exigieron $250 mil. ¿Qué cambió para que este año se conformaran sólo con $225 mil?
En Chile estamos acostumbrados a entender las negociaciones sobre la base de sólo ir a pelear la chaucha, como si el único objetivo fuera pelear por un peso más o menos. Eso es legítimo, porque hay una desigualdad horrorosa, pero cuando negocias con el Estado no puedes llegar a discutir solamente sobre la base de un monto. Tienes que emplazar al Ejecutivo a llegar más allá de guarismos. Definimos una comisión para establecer una política salarial, que permita que en los próximos años se pueda ir aumentando paulatinamente el salario mínimo.
Se ha hablado de una dualidad entre ser parte del gobierno y, además, del PC, teniendo que representar a movimientos sociales que le exigen a la administración de Michelle Bachelet…
Yo no asumo que haya una dualidad ni un dilema. Lo que a ti te da marco de acción como dirigencia sindical es hacerte cargo de lo que ha sido la definición colectiva de las instancias de debate. Y en eso hemos cumplido. No me puedo hacer cargo del estado de ánimo, de la subjetividad. Si uno mira el dato objetivo, hemos actuado apegados a lo que nuestra institucionalidad determina. El hecho de que mi partido sea de gobierno, lo único que nos significa es que va a haber un actor en el gobierno bregando porque estos avances y estas demandas sean de la magnitud que esperamos. En ese marco, más que un problema, es una garantía, porque el PC ha dicho claramente que no quiere una reforma laboral a medias.
Ha habido cuestionamientos desde varios sectores, incluso desde el interior de la CUT. Arturo Martínez planteó que usted ha tenido un discurso “bastante oficialista”. ¿No se hace cargo de esas críticas?
No soy de las que cree que los dirigentes no pueden tener opinión. A mí no me complica, pero no me parece que eso signifique que tenga que dar explicaciones. Eso uno lo tiene que administrar internamente para dar seguridad a todos. Si uno va a los documentos, a lo que se ha hecho, la central no se ha corrido un ápice de lo que se ha definido. Por lo tanto, impresiones más, impresiones menos, uno podrá cuidar más la forma, pero lo que no se pone en cuestión es que todos los actores estamos trabajando por una reforma laboral. Ha habido una crítica a la forma.
En los movimientos sindicales la forma importa mucho: los paros, las marchas y la presencia en la calle. Esa es la principal herramienta de presión. Y las críticas apuntan, precisamente, a una actitud condescendiente de la CUT…
Sí. A ver, yo separaría. Las críticas de Arturo no tienen tanto calibre, no van tan allá. Y hay otras críticas que han sido más radicales, en vincular una forma de conducción con una conclusión: que significa que se dejan de proteger los derechos de los trabajadores. Es legítimo que surjan estas críticas, pero tengo claro que hemos ido actuando sobre la base de lo que hemos ido definiendo al interior de la CUT. Nosotros actuamos en base a estrategia, para poder avanzar, para poder incidir. Lo demás es un debate muy significativo, muy interesante, pero que poco tiene que ver con hacerse cargo de las necesidades de los trabajadores. La estrategia que yo he construido en la central ha sido certera, porque antes de un año de gobierno estamos debatiendo reforma laboral.
Pero eso venía en la agenda de Bachelet. No es algo que hayan logrado ustedes…
Sí, pero venía en la agenda porque presionamos para que estuviera. En el programa de Bachelet en ninguna parte decía que este tema se iba a abordar en los primeros nueve meses de gobierno. Ese fue un logro nuestro. No fue un logro del aire.
¿No cree que falta mayor movilización? Ya no se ven 100 mil personas marchando…
Si bien uno puede decir que ha faltado movilización, lo que no nos ha faltado es iniciativa política. Ahora, ese debate (sobre reforma laboral) va a ser duro. Uno no puede descartar que lo que no se haya hecho hasta ahora, no vaya a ser necesario hacerlo más adelante. Parte de nuestro ABC tiene que ver con la acción movilizadora e impulsar procesos, pero no tiene que ver sólo con la voluntad o no de un gobierno. Siempre la CUT estuvo mirando cómo se hacen mejores políticas permanentes y de Estado. Ese es el desafío. Y por eso algunos dicen: “Están dispuestos a cualquier cosa con este gobierno”. No. Para avanzar con un movimiento sindical fuerte, lo primero que necesitamos es poder sindical, porque un movimiento con poder es cada vez más autónomo. Eso es lo que no se entiende respecto a la posición de la CUT, y se tiende a confundir con oficialismo. Pero, ¿por qué?, porque con el gobierno anterior no hubo ningún espacio de diálogo, nunca.
“El gobierno no tiene margen”
“Hubiésemos esperado que fuera antes. Mientras más se extienda el tiempo de ingreso del proyecto, más dudas se siembran y más expectativas se generan respecto a lo que debiera contener”, dice Figueroa, respecto a la reforma laboral.
Una cosa es que el proyecto se apruebe, y otra es su implementación. En Enade, el ministro Alberto Arenas habló, precisamente, de gradualidad. ¿Qué le parece ese tipo de declaraciones?
Son bastantes generales. Uno no puede lograr dimensionar qué es lo que está tratando de decir. Lo primero que uno quisiera entender es qué estamos diciendo por gradualidad. A nuestros ojos, y eso se lo hemos transmitido al Ministerio del Trabajo y al Ministerio de Hacienda, gradualidad en una reforma integral es una cosa bastante extraña de sostener, porque estamos hablando de que se va implementar un proceso de reforma, donde cada parte es un todo, y no es una suma de accesorios.
Hace un mes, usted dijo que la arista técnica de este proyecto ya se agotó y que faltan definiciones políticas. ¿No les ha entregado esas definiciones el gobierno?
No, porque no nos hemos reunido. Insistimos en emplazar al gobierno a que se pronuncie, a que convoque a esta reunión que les solicitamos para que podamos despejar dudas que aún persisten, a propósito de declaraciones que han hecho otros actores y de las propias que ha hecho el Ejecutivo, que han ayudado poco a entender el cuadro.
¿Podría ser que envíen el proyecto sin que se reúnan?
Eso va a hacer muy difícil. El gobierno tiene una presión innegable, y es que haber avanzado en este proyecto tuvo que ver con firmar un protocolo de acuerdo con la central. Por lo tanto, de alguna manera el Ejecutivo no tiene margen para enviar un proyecto de ley sin que sea conocido por la CUT.
¿Cuál sería un fracaso en este proyecto?
Tengo la impresión que el peor fracaso podría ser que el proyecto no dé cuenta del objetivo para el cual debe ser construido, que es el fortalecimiento sindical y la negociación colectiva. El resto de elementos se tendrán que ver con el debate. Nosotros hemos planteado una agenda donde se consideran más de 20 puntos, y esperamos que gran parte de lo que hemos trabajado con el Ejecutivo esté contenido en el proyecto de ley.