La mandataria dedicó dos de las 35 páginas de su discurso a la reactivación económica, pero no dejó satisfecho al empresariado que tenía más expectativas en esta materia.

Por C. Rivas y S. Valdenegro.

En su segunda Cuenta Pública, la presidenta Michelle Bachelet no resolvió una de las más polémicas incógnitas: si la nueva Constitución será elaborada a través de una Asamblea Constituyente o se buscará otro mecanismo. Incluso su acotación respecto a la necesidad de que esta tarea se realice en el contexto de un «acuerdo político amplio» aumentó las suspicacias de que ya estaría prácticamente desechada esa idea.

Más categórica fue aclarando otra incertidumbre que se asentó en la clase política desde el cambio de gabinete, en relación al proceso reformista, planteando que si bien hay urgencia en enfrentar la crisis de confianza y los hechos de corrupción «no por ello estamos postergando ni vamos a postergar nuestro compromiso de reformas. Nuestra palabra está empeñada».

Ello fue una señal de alivio para quienes en la coalición oficialista daban por sentado que los cambios realizados en el equipo de gobierno eran sinónimo de moderación. Y un mala noticia para la oposición, que insiste en que los ejes que constituyen las reformas impiden el crecimiento económico y han contribuido al bajo respaldo que tiene el gobierno.

Expectativas

Durante las semanas previas a la Cuenta Pública -a la que Bachelet llegó con una clase política golpeada por hechos de corrupción a raíz del financiamiento irregular de las campañas, pero también por la relación de su hijo, Sebastián Dávalos, con el caso Caval- las esperanzas de los representantes políticos y del mundo empresarial estaban cifradas en los anuncios que suponían habría tanto en materia constitucional como en reactivación económica.

Sin embargo, entre los primeros, crece la sensación de que la asamblea constituyente no pasará de ser una aspiración que habrá que postergar en virtud de alcanzar un acuerdo amplio. Mientras que bastaba ver los rostros de altos representantes gremiales del sector privado para advertir su grado de insatisfacción frente a lo anunciado. Así lo dejaron claro minutos más tarde, cuando la Presidenta había abandonado la sede del Poder Legislativo en Valparaíso y se dirigía rauda a la tradicional conmemoración de las Glorias Navales en la Plaza Sotomayor.

Bachelet, abordó el tema constitucional durante los primeros minutos de su discurso, luego de referirse detalladamente a diversos aspectos de la reforma educacional y hacer anuncios en esta materia, señalando que «llevaremos a cabo un proceso constituyente que garantice un equilibrio adecuado entre una participación ciudadana realmente incidente y un momento institucional legítimo y confiable. Y ello debe ocurrir en el contexto de un acuerdo político amplio, transparente y de cara al país, que sostenga este proceso».

El timonel del Partido Radical, Ernesto Velasco, fue uno de los que pese a estimar que el discurso en general fue «sólido y contundente en lo social», tuvo un déficit en materia constitucional, por lo que advirtió que «quedamos atentos a clarificaciones que habíamos anticipado como en el tema». Mientras que para el diputado socialista Juan Luis Castro, la Presidenta «ha sido clara en señalar que va a haber, luego del proceso constituyente, un acuerdo nacional y político que va a tener que ser zanjado en el Congreso Nacional. Por lo tanto, con esto se disipa la idea de una asamblea constituyente».

Mea Culpa

Al inicio de su discurso, la mandataria hizo un mea culpa respecto de los escándalos de corrupción: «Por cierto que hemos tenido fallas y no voy a esconderlas bajo la alfombra. Chile hoy exige de sus líderes hablar con la verdad. Es lo que he hecho y lo que voy a hacer», palabras que fueron valoradas por el oficialismo y consideradas insuficientes por la oposición.

Lo que Bachelet ratificó, aseverando que «la sociedad dijo basta a los abusos, los privilegios y la corrupción en la política y los negocios, y afectó la confianza en sus líderes y representantes» y agregó que «Chile (…)ha hecho oír su voz crítica y alerta ante prácticas ilegítimas e ilegales», por lo que atendiendo a ese llamado -dijo- el gobierno «ha enfrentado las dificultades y ha encaminado soluciones institucionales sólidas y con sentido de largo plazo», señaló aludiendo a las medidas admistrativas aplicadas por el Ejecutivo y a los proyectos enviados al Congreso para enfrentar la relación entre la política y los negocios, que decantó en los escándalos ya conocidos.

Reactivación

Dos páginas de su discurso, de un total de 35, dedicó la presidenta de la República, Michelle Bachelet, a hablar sobre el crecimiento económico, un tópico que estuvo prácticamente ausente en su primera cuenta pública y sobre el cual se refirió como no lo había hechos desde que volvió a asumir La Moneda en marzo de 2014.

Esto, en un contexto en que el sector privado esperaba señales claras para modificar el escenario de fuerte desaceleración de la actividad. Más aún luego que cambiara al titular de Hacienda, Alberto Arenas, por el ex presidente de BancoEstado, Rodrigo Valdés.

La mandataria centró parte relevante de su exposición en recalcar que la desaceleración ha sido «más profunda y prolongada de lo esperado», poniendo el foco en la recuperación de las expectativas del sector privado, en línea con una serie de iniciativas que está implementando el sector público, como la capitalización de empresas estatales y el fuerte incremento del gasto fiscal, entre otros puntos.

Bachelet señaló que en materia de actividad económica enfrentamos «desafíos importantes», un tema que es un «pilar fundamental de nuestro desarrollo». Según la mandataria, la desaceleración es producto de factores coyunturales y estructurales. «Esto nos impone una preocupación especial y es imperativo trabajar para ampliar nuestra capacidad de crecimiento», planteó ante los titulares de la Sofofa, ABIF y CNC.
Dicho esto, defendió la compatibilidad entre la implementación de las reformas y la mantención del dinamismo de la economía.

«Tenemos la convicción ética y el fundamento técnico de que nuestras reformas son buenas para una economía que quiere estar a la altura de sus oportunidades de desarrollo», planteó.