El envejecimiento de la población es una realidad. Una situación sin precedentes. Prácticamente, en todas las regiones del mundo, el número de personas mayores aumenta y las tasas de natalidad decrecen. Chile no es la excepción.

 

Globalmente, se estima que, dado el aumento en la esperanza de vida, el número de personas de 60 años o más alcanzará los 1.000 millones en 2020 y sobrepasará los 2.000 millones en 2050, es decir, corresponderá al 22% de la población mundial. Las personas de 80 años o más pasará de alrededor de 90 millones en la actualidad a más de 400 millones en 2050.

Siguiendo la tendencia, la cantidad de adultos mayores en Chile ha aumentado significativamente en los últimos años. Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), los adultos mayores pasaron de ser el 11% de la población en 2002 al 15% en 2014. Así, 2.578.823 chilenos tienen más de 60 años.

Para 2020, estiman que un 17,3% de la población será adulto mayor, equivalente a 3,3 millones de personas. Evidentemente, en un futuro no muy lejano, la proporción se acentuará.

No por nada en la normativa conjunta de la SVS y la Superintendencia de Pensiones, emitida en noviembre pasado, las nuevas tablas de esperanza de vida corresponden a 90,31 años para las mujeres y 85,24 años para los hombres.

De acuerdo a los datos del Ministerio del Trabajo (2014), actualmente el 20% de los adultos mayores se encuentra trabajando. Este porcentaje ha crecido levemente en los últimos años, aunque según las proyecciones, esto irá tomando aún más fuerza: se espera que para el 2025, sea el 27% de los adultos mayores los que trabajen, subiendo a un 38% en 2050.

Estas proyecciones no son aisladas. En el estudio “Pensiones en un Vistazo” (2015), que la OCDE publicó en diciembre pasado, el organismo sostuvo que, para 2050, la población de 65 años y más registrará importantes aumentos, con las mayores alzas en México (440%), Turquía (360%), Chile (280%) y Corea del Sur (240%). Además, advirtió que si las reglas de indexación de las pensiones son aplicadas estrictamente, estos países corren los riesgos más serios de aumentar las tasas de pobreza en este grupo etario.

Pero, más allá de la injerencia que todo esto tiene en las pensiones, los cambios que generará en el mundo del trabajo no serán pocos.

Figura 1. Tasa de accidentes del trabajo según grupo de edad. Mutualidades 2011-2015.
Fuente: Informe Anual 2015 de la Superintendencia de Seguridad Social.
Impacto en el ámbito laboral

Los problemas de salud prolongados y las enfermedades crónicas aumentan con la edad, principalmente debido a trastornos musculo-esqueléticos. Para el profesor Juhani Ilmarinen, del Centro de Investigación en Gerontología de la Universidad de Jyväskylä, y del Instituto de Salud en el Trabajo de Finlandia, la disminución de la habilidad de trabajo físico con la edad es clara: la capacidad cardiorrespiratoria y la fuerza muscular se reducen en un 1-2% anual a partir de la treintena, siendo muy gravitante en los empleos con una elevada carga de trabajo físico, especialmente cuando se presentan malas posturas, manipulación de objetos pesados o tareas repetitivas. Por otro lado, también mejoran muchas otras funciones.

El gran triunfo del envejecimiento es el crecimiento mental y la perspectiva de vida. Destacan el pensamiento estratégico, la agudeza de ingenio, la consideración, la sabiduría, la capacidad de deliberar y escuchar, la capacidad de racionalizar, el control de la vida, la percepción global y las capacidades lingüísticas. Además, muestran más compromiso con el trabajo y son leales a su empleador, pues no les estimula mucho la rotación.

Como vemos, el envejecimiento mejora y fortalece a los trabajadores de edad avanzada de múltiples maneras. La participación en la vida laboral es, pues, un importante factor positivo del envejecimiento activo. Como cada generación tiene sus propias fortalezas y debilidades, es preciso identificar y utilizar mejor las fortalezas de los trabajadores de edad avanzada para hacer de ellos un activo valioso en los lugares de trabajo.

 

Aterrizando el caso a nuestro país, el Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama) y el INE estiman que en los próximos 10 años, el total de la población tendrá más adultos mayores que jóvenes de hasta 15 años. Por ello, es vital que se vayan generando oportunidades en el mercado laboral. A su vez, las personas mayores tienen que estar abiertas a aprender cosas nuevas y compartir, como un mentor, su experiencia con los más jóvenes.

Si revisamos las tasas de accidentabilidad por grupo etario, existe una evidente constante: son los jóvenes de entre 15 y 24 años los que presentan las tasas más altas. Los mayores de 65, por el contrario, presentan las menores. Esto se debe, entre otros factores, a las características positivas que surgen con la edad y que se describieron anteriormente (prudencia, experiencia, calma y una visión más clara de lo que es importante en la vida).

Creemos que el aumento de este grupo poblacional en el mercado del trabajo no traerá otra cosa que aspectos positivos, pues participando como mentores de los jóvenes (trabajo en duplas, por ejemplo, un menor de 24 años con uno mayor de 65), pueden resultar en una manera fructífera de organizar el trabajo, con la potencialidad de ser fundamental en la reducción de la tasa de accidentes en general y, sobre todo, la de los jóvenes.

Mucho se ha dicho en el último tiempo sobre las bajas pensiones que reciben los chilenos una vez que se jubilan. Qué duda cabe, son bajísimas y obligan a los adultos mayores a buscar otras fuentes de ingreso. Con la labor de la Comisión Bravo, si bien hubo diferencias abismales en las propuestas, todos los consejeros concordaron en el diagnóstico: no estamos bien. Lo que buscamos no es que los adultos mayores trabajen porque no les queda otra, sino porque quieren hacerlo por voluntad propia. Pero eso no será posible si los empleadores no adaptan la organización del trabajo en sus empresas a las características propias de la edad y si no se aplican programas preventivos de las enfermedades que se suscitan con el paso del tiempo.

 

Columna de Ernesto Evans, Presidente de la Asociación de Mutuales A.G.

 

Fuente: Revista HSEC